18: El miedo a la soledad

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Roma, capital del Imperio Romano. Palacio del Emperador, 30 de junio del año 24 a.C.


Desayunar en soledad era algo completamente extraño, hace mucho que no lo experimentaba, siempre tan acostumbrada a la compañía de Alejandro, Octavia o Marcela. Pero hoy estaba sola, el silencio del palacio, solo interrumpido por los quehaceres de los sirvientes, era tan tranquilizante, Selene sentía que podía respirar y por unos segundos no tenía ninguna preocupación. Supuso que todos estarían durmiendo, cansados de dos días de continua celebración o tal vez, yacían desmayados borrachos en sus camas, cualquiera de las dos opciones eran posibles.

—El sol ha salido demasiado temprano el día de hoy —exclamó Juba con alegría, mientras tomaba su mano y depositaba un beso, para luego sentarse frente a ella.

El rey le hizo un gesto a un sirviente y éste corrió a las cocinas para buscar el desayuno. Selene suspiró, pensó que tendría la oportunidad de desayunar tranquila.

—Buenos días a usted también, Majestad —dijo Selene intentando que su tono también saliera jovial, pero está segura que fracasó—. Pero creo que se ha confundido porque mi hermano sigue durmiendo —Juba abrió la boca, pero ella lo cortó antes—, ya que le recuerdo que mi nombre significa Luna y mi hermano es el Sol.

Juba comenzó a reír ante las palabras de la joven, había sido un error suyo el olvidar la inteligencia mordaz de su futura esposa. Un sirviente se acercó a dejar la comida y se retiró para evitar molestar a la pareja.

—Claro que recuerdo que Selene significa Luna, solo te llamé así debido a las primeras palabras que dije cuando te conocí, pero nunca quise que pensaras que no te conozco. Te puedo asegurar que cada trozo de información que me brindas, la guardo dentro de mí como el tesoro más valioso y la resguardo con demasiado recelo —pronunció con solemnidad, Selene no supo qué responder ante la intensa mirada del rey—. Me gustaría saber, si no es un atrevimiento de mi parte, ¿por qué tu madre eligió esos nombres para sus gemelos?

—Por las divinidades griegas de la Luna y el Sol —contestó Alejandro, quien apareció sorprendiendo a los otros dos y se sentó junto a su hermana—, ya que ella descendía de Ptolomeo I, uno de los más importantes generales de Alejandro Magno y fundador de nuestra Dinastía —agregó con orgullo, mientras desafiaba a que hiciera un comentario al respecto—. ¿Algo más le interesaría conocer a su Majestad? Ya que estaría encantado de resolver todas sus dudas —dijo con algo que parecía ironía.

Se estaba burlando del rey, Selene lo sabía y Juba también lo captó, pero prefirió pasarlo por alto. Mientras tanto, Selene golpeaba a su hermano por debajo de la mesa para que se comportara.

—Por ahora nada, pero te lo haré saber si me surge una nueva inquietud —respondió el soberano con el mismo tono, y luego miró con más tranquilidad a la única mujer sentada—. Tal vez sería mejor comenzar a desayunar.

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