62: Cambios

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Roma, Palacio del Emperador, 24 de marzo del año 19 a.C.


—Siempre supe que no estaba capacitado para ser rey, no merecía el reino que le entregaste. ¿Cómo va a perderlo así? —interrogó Julo Antonio.

La noticia había llegado esa misma mañana, los rebeldes habían tomado el control de Cirta, capital del reino de Numidia y ante sus ataques, Juba tuvo que huir porque no pudo detenerlos.

—Es algo que hablaré personalmente con Juba —respondió Augusto—, por ahora enviaremos la ayuda que nos ha solicitado —continuó, no estaba contento, no podían dejar que Numidia esté en poder de los rebeldes—. Julo, estarás a cargo de la misión de reconquista. Parte este mismo mediodía con las legiones que consideres necesarias, pero recupera Numidia, no vuelvas hasta lograrlo —enfatizó.

—Lo haré —respondió el actual esposo de Marcela la Mayor.

A pesar de ser hijo de Marco Antonio y Fulvia, ambos enemigos del Emperador, Julo había logrado gracias a su madrastra no ser asesinado ni exiliado, sino que poco a poco fue ganándose el favor del hombre más importante de Roma y hoy en día era alguien muy querido por éste.

—¿Y de qué estaré cargo yo? —interrogó Tiberio un poco desconcertado.

Ante la noticia, se había convocado una reunión urgente para tomar decisiones, ambos jóvenes no habían quedado afuera, Julo porque además de estar casado con Marcela la Mayor, también era hijastro de Octavia; Tiberio porque además de ser Cuestor de Annona, era el hijastro de Augusto, y también había logrado mucho reconocimiento por el éxito obtenido en la campaña en Armenia.

Augusto miró a su hijastro, lo lógico sería entregarle todo el control a él, Tiberio era un excelente estratega y militar, lo había demostrado demasiadas veces. Pero ante la ausencia de Druso y de Agripa que estaban en Hispania, el hijo de Livia era una de las personas más confiables que estaban a su lado y no se podía permitir perderlo.

—Te quedarás aquí, Tiberio, tú no irás —contestó Augusto, hubo un pequeño momento silencio ante la sorpresa de todos—. Te necesito aquí, además estás pronto a casarte y eso es mucho más importante.

No objetó, solo asintió y lo aceptó. Después de eso, la reunión no tardó en desintegrarse y alistar todo para la próxima parte. Sin embargo, antes de irse, Julo se acercó a Tiberio.

—Más suerte la próxima vez, creo que estás perdiendo el favoritismo del Emperador —susurró con burla.

Tiberio no contestó, Julo era una persona insignificante para él así que ni se gastaría. Sin embargo, fue directo a su habitación a juntar sus pertenencias. Así lo encontró su madre.

—¿Qué se supone que estás haciendo? —interrogó, ya lo sospechaba pero no podía creer que su hijo fuera capaz de cometer tal estupidez.

—Me iré a Numidia a combatir —respondió.

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