Roma, 15 de octubre del año 25 a. C.
Un nuevo día y otra festividad. En este punto Selene ya estaba un poco cansada, lo peor es que tendría que pasar otra vez su tiempo con el rey Juba II, su prometido.
El hombre ya llevaba cinco días en la capital romana y no tenía intención de marcharse pronto y a Selene, la estaba agobiando. Acostumbrada a ser ignorada y dejada de lado solo por ser quien era, le resultaba extraño que de un día para el otro, el rey de Numidia quisiera pasar todo su tiempo libre con ella.
Y ya no sabía cómo hacer para que esa situación se detenga, lo había ignorado, había sido desagradable y petulante con él, pero no había forma. Juba siempre plantaba una sonrisa en su cara y solicitaba el permiso a Augusto para pasar tiempo con ella, si no era pasear por las calles de Roma, era hacerlo por el jardín interno del palacio o sentarse en alguna sala del mismo donde el rey solo hablaba, hablaba y hablaba. No sabía cómo todavía podía tener algún tema de conversación, y mucho más cuando Selene generalmente ni le contestaba.
Pero supuso que el punto álgido de su plan para librarse del matrimonio lo concretó durante las cuatro noches anteriores, cuando fingió estar descompuesta y sufrir diferentes dolencias, solo para no asistir a los banquetes y no precisar estar junto a su prometido y pretender estar feliz.
Sabía que ni Juba ni Augusto estaban contentos con su accionar, pero ninguno de los dos la había abordado sobre sus ausencias, así que ella tampoco dio más explicaciones que las necesarias.
Mientras caminaba por los pasillos notó como los esclavos organizaban todo para la llegada de los invitados, ya que al ser una festividad importante, Augusto celebraría un banquete para todos los altos mandos del ejército. Hoy era el día de purificación y sacrificios para proteger el poder bélico de la ciudad que habían comenzado con el en el mes de marzo, y que finalizaría este día con el Armilustrium, cuando todo el ejército regresaba a Roma y realizaban la carrera de caballos en honor al dios Marte. Así se abría y se cerraba el ciclo para mantener al ejército poderoso, siempre con la protección de los dioses.
—Pero miren a quién tenemos aquí —dijo una voz burlona que no le trajo buenos recuerdos.
Se quedó quieta en el medio del pasillo, rogándole a Horus que esa voz haya sido parte de su imaginación, y que ese hombre no esté a metros de ella.
Pero como venía siendo parte de su vida, su dios no la escuchó.
El hombre frente a ella rondaba los treinta y tantos años, su complexión física denotaba a un hombre que se ejercitaba demasiado, esto tenía explicación ya que había pasado casi toda su vida como parte del ejército. Su cabello oscuro estaba un poco más largo y pequeños rizos comenzaban a formarse, Selene pudo percatarse de esto, ya que la última vez que vio al hombre, su cabello estaba cortado al ras. Nunca olvidaría ese rostro, su nariz prominente y sus labios finos que siempre tenían una sonrisa burlona, solo para revelar una dentadura que comenzaba a mostrar signos de manchas amarillas debido a la poca higiene.
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LA ÚLTIMA CLEOPATRA
Ficção HistóricaCleopatra Selene II estaba destinada a gobernar a todo Egipto cuando creciera, pero cuando los Romanos le declararon la guerra e invadieron su reino, todo se redujo a cenizas y a un futuro incierto. ...