55: Irrupción egipcia

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Cirta, capital del Reino de Numidia. Palacio del Rey, 16 de octubre del año 20 a.C.


Juba contempló la larga mesa completamente vacía, no había nadie más que él y el abundante banquete que los sirvientes habían hecho para el desayuno. Hace unas semanas atrás no le hubiera importado, incluso estaba contento de no tener que verle el rostro a su esposa, no con lo enfadado que estaba con ella después de su engaño. Pero ahora, ahora lo sentía diferente ya que sabía que había cometido un error aunque estaba en todo su derecho de desconfiar de ella, tal vez admitía que se había excedido un poco con su reacción.

Si antes su esposa no salía de su habitación, ahora era incluso peor, ya que volvió a negarle a los sirvientes del palacio que ingresen y solo sus dos esclavas personales eran las encargadas de atenderla. No veía ni hablaba con nadie, excepto la matrona que la había visitado ayer para constatar que todo estuviera bien.

Juba sabía que debía pedir perdón y que tal vez no debió confiar tan ciegamente en la palabra de Saliha cuando ya se había equivocado una vez, pero se cegó. El odio que le tenía a Selene le nubló el juicio completamente y la rabia inundó todo su cuerpo, así que solo fue a increparla y a humillarla, debió haberla escuchado, pero ella le había mentido tantas veces, que creyó que lo estaba haciendo otra vez. Y ahora, todo estaba peor que antes, ni siquiera había ido a visitarla y ver cómo estaba el bebé porque no podía enfrentarla y porque todavía no podía pedirle perdón, ya que aún no estaba seguro de haberse equivocado, su reacción había sido normal. Sin embargo, viendo la mesa vacía se dio cuenta que la soledad pesaba.

—Lamentandote no lograrás cambiar nada, creo que deberías ir a disculparte —dijo Yugurta, que aparecía con papeles en las manos, seguramente buscándolo para comenzar a tratar los temas del reino.

—Es solo una esposa caprichosa, Juba es el rey y no debe disculparse, todo lo contrario, ella debería hacerlo —intervino Baldo, apareciendo detrás de su hijo y con más papeles.

La situación en el reino estaba llegando a un punto crítico y él lo sabía. Había detenido a varios rebeldes, pero muchos otros seguían escondidos por más que los soldados del reino recorrieran cada esquina y eso era preocupante, porque aunque ahora no haya tantas revueltas, Juba lo sentía, la revuelta se estaba gestando y él no sabía cómo detenerla ya que solo podía pensar en Selene.

—Es la reina y lleva al heredero —respondió Yugurta casi incrédulo, no entendía porque su padre odiaba tanto a la mujer que vivía desacreditandola.

—Basta los dos —dijo el rey mientras se ponía de pie—, será mejor que comience a revisar esos documentos.

Baldo asintió de acuerdo, pero Yugurta frunció el ceño. El rey no estaba bien, claramente no estaba feliz y vivía enfadado y triste, esto no tendría un buen final si seguía de esta forma.

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