47: El último banquete a lo romano

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Roma, Palacio del Emperador, 27 de junio del año 20 a.C.


No solía existir la privacidad en Roma en cuestiones sanitarias, por eso existían los baños públicos, no había pudor o vergüenza a la hora de bañarse o hacer sus necesidades fisiológicas rodeado de extraños. Sin embargo, podrían existir algunas excepciones más ligadas a las familias patricias de más alto rango o a la familia imperial y una pareja recién casada entraba en esta categoría, más si uno de los contrayentes era un rey aliado.

Marcela cuando entró a la habitación de la flamante pareja, encontró la cama vacía, aunque ya sospechaba que sería así. Por tal motivo, fue a la pieza continúa que fungía como una especie de baño privado, para encontrar a Selene completamente sola.

Al principio, la joven romana no había querido molestar a la pareja muy temprano, pero estaba nerviosa de lo que podía haber sucedido en esa noche de bodas después de cómo había encontrado a Selene el día de ayer. Pero temiendo interrumpir una posible reconciliación, no molestó muy temprano, pero todas sus alarmas se encendieron cuando una muy silenciosa y tímida Yanira, se había acercado a ella cuando estaba sola y le contó que el Rey numidio no había pasado la noche en la habitación, sino que se había ido rápidamente y nunca volvió, y que Selene tampoco había salido.

Marcela la miró estupefacta y totalmente horrorizada y preocupada.

—¿Alguien sabe esto? —interrogó—. ¿Alguien se dio cuenta que no durmieron juntos?

Para su alivio temporal, Yanira negó con la cabeza.

—Es mi deber cuidar a mi señora, así que estuve montando guardia toda la noche —comenzó—. Nadie quiso molestar a la reciente pareja, así que se mantuvieron alejados. Solo yo vi al Rey deslizarse silenciosamente en la oscura noche y no volver.

—Es mejor así, nadie debe enterarse. Comentarios malintencionados podrían arruinar la reputación de Selene y este no es un buen momento —agregó Marcela, sabiendo que las habladurías podrían destruir esta paz tan tambaleante.

—Lo sé, por eso vine a contárselo a usted. Después de lo de ayer —Yanira pareció dudar, no sabía cómo poner en palabras el colapso de su señora sin sonar grosera u ofender—, pero estoy preocupada por mi señora —finalizó.

Y así fue como las dos fueron directo y sin demorarse a la habitación de la supuestamente feliz pareja. Sin embargo, de feliz no tenía nada.

Marcela se contuvo de soltar cualquier comentario, sabía que este no era momento para iniciar una conversación, la fragilidad estaba flotando demasiado en el aire. Así que solo caminó hasta donde se encontraba su amiga Selene, sentada en la pequeña piscina privada, rodillas al pecho y la mirada perdida.

—Selene —susurró angustiada cuando se arrodillaba a su lado y con una preocupación evidente, la cual aumentó más cuando su mano tocó la fría piel del brazo de la otra mujer.

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