Roma, Palacio del Emperador, 23 de octubre del año 23 a.C.
El espíritu festivo en la ciudad se estaba deteniendo paulatinamente, aún seguía presente porque dentro de unos días sería la festividad de Isis dolorosa, pero el fuerte ya había pasado. Las Tesmoforias habían terminado finalmente después de varios días intensos y las ganas de festejar se habían apagado con el Armilustrio* y el cierre de la estación guerrera. Así que la capital del Imperio estaba recobrando su ritmo acelerado habitual y cada persona estaba regresando a sus labores diarios, las diferencias sociales volvían a sentirse.
Y del mismo modo habían regresado los deberes dentro del palacio, por eso Octavia y Selene tuvieron que regresar de la casa de Marcela, si bien ninguna de las dos tenía funciones políticas debían estar presentes. Octavia era la hermana del Emperador y una figura muy respetada por todo el pueblo, que la veía como la madre benevolente y cariñosa, todo lo que una mujer debía ser; así que debía estar a su lado cuando Augusto se presentase ante los romanos durante las fiestas como muestra de unión y apoyo incondicional. La presencia de Octavia era comprensible, sin embargo no así la de Selene, ella no formaba parte de la familia imperial por más que haya sido adoptada por Octavia, así que no tenía esa obligación. Pero aún así, ella estaba a un costado, apartada del resto, ocupando el lugar de familias nobles, relegada a una esquina. No estaba por ser considerada parte de la familia, sino para humillarla, era el objeto que representaba el poderío de Augusto y de Roma sobre los demás pueblos; era el ícono de la victoria del Emperador sobre la reina Cleopatra y Marco Antonio, el último bastión de resistencia a su gobierno, los dos últimos que representaron un desafío para él, y que logró vencerlos. Selene había sido la última gloria de sus padres, pero la burla de sus enemigos.
—¿Cómo te ha tratado el campamento? —interrogó Octavia pacíficamente.
Era la única que verdaderamente estaba tratando de iniciar una conversación amena, el resto de los presentes en el banquete estaban más interesados por su comida o en su plática privada como Augusto y Agripa. Sin embargo, cuando la mujer hizo esa pregunta, la mesa pareció hacerse más silenciosa, no solo porque cada día era más extraño escucharla hablar en estos tiempos, sino también a quién estaba dirigida.
Alejandro también pareció sorprenderse durante unos segundos, generalmente los gemelos eran obligados a asistir a los almuerzos del palacio pero solo para fastidiarlos, nadie les dirigía la palabra. Estaban ahí pero no los tenían en cuenta o se encargaban de humillarlos, a nadie realmente le importaba cómo se sentían o cómo había estado su día. Sospechó, pero luego recordó que Octavia había preguntado, la mujer los quería de verdad y no creía que hubiera un plan detrás de eso, solo era ella y su interés genuino por sus hijos adoptados, así que Alejandro no vio nada malo en responderle, no a ella.
—Bien, han trasladado a nuestra legión a Egipto hace poco, es lindo volver —respondió Alejandro.
"Es lindo volver", nadie mencionó nada, tal vez cualquiera pudiera interpretarlo de que era lindo volver a Roma y dejar el duro campamento por unos meses; pero todos sabían que ese "es lindo volver" se refería a Egipto, que Alejandro estaba contento de poder volver a ver su hogar después de años de ausencia.
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LA ÚLTIMA CLEOPATRA
Ficción históricaCleopatra Selene II estaba destinada a gobernar a todo Egipto cuando creciera, pero cuando los Romanos le declararon la guerra e invadieron su reino, todo se redujo a cenizas y a un futuro incierto. ...