09: Despedidas

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Roma, 16 de octubre del año 25 a.C.


Despertó de buen humor por primera vez después de muchos años. ¿La razón? La cena de la noche anterior. No se había sentido superior al resto y tan a gusto en un banquete desde su época como princesa de Alejandría, lo mejor fue el rostro que tenía el Emperador Augusto al verla con accesorios de su tierra. El hombre siempre quiso destruir cualquier referencia a Egipto y trató de humillarlos a lo largo de estos cinco años para matar su espíritu y origen. Con Alejandro no lo había logrado, su hermano siempre se mostró desafiante y le plantó cara al Emperador, por eso Selene siempre temió por su vida, pero al final fue a Ptolomeo a quien le arrebataron.

En cambio, ella también conservó ese espíritu egipcio, pero no lo demostró porque pensó que era mejor pasar desapercibida y no enojar al Emperador para evitar represalias. Pero estaba cansada y estaba llegando a pensar que lo que le contó su gemelo era cierto, Ptolomeo había sido asesinado por orden de Augusto. Ninguno de los dos tenían pruebas, pero tampoco ninguno de los dos descansaría hasta destruirlo, solo necesitaban encontrar la forma.

Además, seguía rondando entre sus pensamientos las palabras del rey. Sus dichos habían despertado algo en su interior, una determinación que estaba dormida y ahora pugnaba por salir y demostrarles a todos que ya no era una niña a la que podrían pisotear a su antojo.

Lo segundo mejor que pasó durante el banquete fue Juba. Le costaba admitirlo, pero el hombre estaba demostrando ser alguien realmente divertido, ya que durante toda la cena lanzó comentarios que hicieron sentir incómodo a Manio Cornelio Escipión y no solo eso, sino que hizo todo lo posible para dejarlo en ridículo frente al Emperador. Y Selene estaba segura que lo consiguió en más de una ocasión.

Fue tan entretenido que Octavia hizo todo lo posible para ocultar su sonrisa, sin lograrlo realmente; quienes no se esforzaron en ocultar lo divertido del asunto fueron Alejandro y Marcela la Menor. Por el contrario, Marco Claudio Marcelo junto a su esposa, Julia la Mayor, y la emperatriz romana y mujer de Augusto, Livia Drusila, no escondieron su desagrado por la actitud del rey de Numidia; pero de todos modos, no verbalizaron su opinión.

Así que para Selene, haber asistido al banquete se sintió como una pequeña victoria.

—¿... sigue la situación? —escuchó la voz de Augusto y Selene se detuvo en seco.

No se caracterizaba por escuchar conversaciones ajenas, pero también sabía que la fuente del poder era la información, y durante los cinco años que vivió en este palacio descubrió que hasta los esclavos tenían ojos y oídos. Siempre se cuidó y habló lo menos posible para evitarse problemas, pero decidió que investigaría lo que había sucedido con Ptolomeo, como también necesitaba armas para defenderse y defender a su gemelo de cualquier traición.

Se acercó tratando de no hacer ruido y agradeció que la puerta de la sala de reuniones de Augusto estuviera entreabierta, así podría oír mejor.

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