57: Acuerdos matrimoniales

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Cirta, capital del Reino de Numidia. Palacio del Rey, 03 de noviembre del año 20 a.C.


Es Juba quien finalmente junta el valor y se acerca a ella para conversar de una vez por todas, no puede soportar la indiferencia en su matrimonio, está cansado de todo esto. Tampoco puede negar que la sigue amando y que todo esto lo lastima, está más que dispuesto a dejar todas las diferencias de lado y volver a comenzar, aunque también reconoce que mucho dependerá de Selene, ya que ha sido él quien más la ha lastimado, solo espera que aún le tenga algo de cariño y esté dispuesta a perdonarlo.

Es la esclava con el rostro cubierto quien abre la puerta, Juba nunca preguntó mucho por ella, ni por qué está así o por qué parece odiarlo a él, ya que no se le a escapado la mirada que le lanza y como siempre es un poco reticente a obedecerlo, a pesar de ser él quien es el rey. Ella es completamente fiel a Selene y eso puede ser algo bueno como malo, a su orgullo como monarca no le hace gracia, pero le alivia que su esposa tenga alguien tan leal. Lo único que sabe es que se llama Nuru y es el regalo de bodas que el Legatus Escipión les dio, que la misma Selene le pidió, así que intuye que tiene que existir una historia detrás de todo eso, pero hoy no está de ánimos para averiguarlo, prefiere primero intentar arreglar la relación con su esposa.

—Quiero hablar contigo —dice y luego dirige su mirada tanto a Nuru como a la otra esclava, Yanira, quien está terminando de retocar el cabello de Selene—, a solas —aclara.

Yanira es la primera que se inclina en muestra de respeto, Nuru le lanza una mirada a Selene y ésta asiente, entonces también obedece. El silencio invade la habitación cuando la puerta se cierra detrás de Nuru y ambos soberanos se quedan solos.

—¿Cómo has estado? —interroga, su mirada baja al vientre que cada día crece más, según las cuentas ya está entrando en los cinco meses y se hace notar—. ¿Cómo han estado? —reformula la pregunta.

Su expresión continúa seria, no hay cambio, pero al menos ahora lo está mirando y Juba se percata que ya no hay un odio irracional en ellos, pero tampoco hay cariño.

—Bien —responde.

Tiene ganas de recordarle que es un poco tarde para interesarse, que el bebé ha crecido bastante y esa pregunta la tuviera que haber hecho apenas se enteró de la noticia. Sin embargo, se contiene, su hermano le aconsejó que sería mejor ya no pelear tanto con su marido, que no conseguiría nada así y también es consciente que si bien Juba participó de la guerra, él no mató a sus padres, solo fue obligado por su alianza con Roma y que en ese entonces ni siquiera se conocían. Ninguno de los dos hubiera imaginado que en el futuro estarían casados.

Esa respuesta sin agresión parece aliviar algo de la tensión que el rey tenía, al menos sabe que su esposa no tiene demasiadas ganas de iniciar una discusión, así que tal vez podrían tener una conversación tranquila a diferencia de todas las que han tenido desde que contrajeron matrimonio. Eso le da el impulso necesario para dar unos pasos al frente y sentarse al borde de la cama, mientras ella permanece en el diván frente al tocador, solo son dos metros la distancia que los separa, aunque saben que están mucho más lejos el uno del otro.

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