44: Momentos previos

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Norte de Egipto, Legio III Cyrenaica, 12 de junio del año 20 a.C.


Alair observó a un furioso Alejandro, que miraba el horizonte árido con odio. Ambos estaban cumpliendo su horario de patrulla en la frontera romana, todavía le quedaban varias horas antes de ser reemplazados, así que consideró que sería pertinente comenzar una conversación para intentar adivinar que estaba molestando a su compañero. A unos cien metros había otro par de soldados, estaban lejos, así que no escucharían.

—¿Hablarás o tendré que preguntártelo? —interrogó a la ligera.

El egipcio permaneció en silencio durante varios minutos más, hasta que exhaló, se sacó el gladio y lo dejó a un costado para poder sentarse sobre la tierra, junto a Alair.

—Pedí permiso para ausentarme durante algunas semanas, me lo negaron —escupió.

—¿Y a dónde querías ir? —continuó el otro.

Alejandro lo miró como si fuera estúpido o algo así, Alair tal vez sintió que debería saberlo, pero sinceramente no recordaba nada importante que su amigo tenía que hacer más que cumplir su labor como legionario.

Al darse cuenta que Alair no iba a hablar, Alejandro puso los ojos en blanco y volvió a mirar la extensa superficie ante sus ojos, la que alguna vez fue su hogar, y que ahora debía proteger para los romanos cuando no hace menos de dos décadas, la defendió de los romanos.

—Mi hermana Selene se casará en los próximos días —dijo él—, y no podré estar presente —terminó de mal humor.

Ahora lo entendía, pero bueno, no había nada que se pudiera hacer, Alejandro debía aceptarlo y continuar. Era una lástima, claro que sí, su única hermana se casaría pronto con el rey de Numidia y Alejandro no podría estar ahí. Pero debía ver el lado bueno, faltaban pocas semanas para que ella finalmente lograra abandonar el palacio y escapar del control del Emperador, lo que siempre quisieron, así que ellos ganarían finalmente.

—Es razonable, aún nos quedan cuatro meses por cumplir este año, no te iban a dejar ir ahora —respondió Alair a cambio.

—Lo sé —se defendió—, solo pensé que tal vez lo lograría, el Legatus Plauciano parece abierto y razonable.

—Es verdad, pero él solo es la autoridad máxima de esta legión, no tiene autoridad para permitir una salida antes del tiempo reglamentario, sino será quien cargue con las consecuencias —dijo Alair.

Alejandro hizo una mueca pero asintió, comprendiendo perfectamente la situación. Pero de todos modos sentía rabia de no poder estar al lado de Selene ese día, estaba seguro que ella lo necesitaría más que nunca. El otro hombre al verlo tan desanimado, intentó mejorar su ánimo.

—¿Y por qué no le escribes una carta? Estoy seguro que eso ayudará a tu hermana y entenderá tu ausencia —pronunció.


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