Ya no se veía la destrucción, ya no se veía Alejandría, ya no se veía nada.
Los carros tirados por tres caballos cada uno para compensar el peso, arrastraban a las jaulas llenas de egipcios que habían logrado sobrevivir a la masacre, solo para vivir en una futura esclavitud infernal.
La ciudad en ruinas había quedado atrás, los caballos avanzaban por el desierto hacia el hogar de los romanos y Selene se distraía contando las nubes del cielo.
—No merecemos este trato, somos príncipes —La voz enfadada de su hermano Alejandro la sacó de su propia cabeza.
Por acto reflejo, como una forma de asegurarse que aún era esa princesa buena y obediente que su madre tanto amaba, Selene apretó los brazos alrededor de su hermano menor. Ptolomeo Filadelfo estaba otra vez en sus brazos, un soldado romano se lo había entregado antes de ingresar a las jaulas. Lo miró, apenas había dejado de ser un bebé y ya había sufrido demasiado, al menos ahora estaba tranquilo, se había dormido después de tanto llorar, seguramente se había quedado sin fuerzas.
—Nadie merece este trato —le contestó mientras miraba las otras jaulas llenas de su propio pueblo.
Alejandro exhaló frustrado, pero se quedó callado por unos minutos, hasta que volvió a hablar, esta vez casi susurrando para que nadie lo escuche.
—¿Crees... crees que sea cierto? —Parecía que tenía miedo a la respuesta, pero Selene no sabía a qué se refería. —Que nuestra madre, que mamá...
Y no pudo terminar la frase, ella tampoco podría. No quería pensar, por eso se concentraba en el paisaje, porque tomar verdadera conciencia de lo que realmente había pasado y lo que pasaría de ahora en adelante, la aterraba.
Miró a la traductora, la mujer egipcia que ahora trabajaba para los romanos, estaba durmiendo. El soldado que con una espada había cortado el rostro de la sierviente que los protegió, había ordenado que la traductora viajara junto a los príncipes para cuidarlos, pero Selene sabía muy bien que era para espiarlos y luego, comunicarle todo al Emperador.
Solo ellos cuatro viajaban en la jaula, ya que como eran príncipes debían ser trasladados con todos los lujos, aún en sus recuerdos eran vívidas las risas de todos los romanos cuando el Emperador Octaviano había dicho eso; mientras que las otras estaban atestadas con todos los sobrevivientes, tal vez entre quince o veinte personas en cada una. Hacinados como animales y así eran como los consideraban.
La miró una vez más a la mujer para asegurarse que realmente descansaba y no era capaz de escucharlos, no podían arriesgarse. De ahora en más solo podían confiar en ellos y nadie más. Al nuevo lugar donde irían estarían rodeados de enemigos y traidores.
—No lo sé —respondió a su hermano y abrazó a Ptolomeo con más fuerza, pero su hermano menor no se despertó.
Pero sí lo sabía. ¿Para qué mentirían los romanos? Su madre seguramente estaba muerta, había sentido que esa vez cuando los dejó fue una despedida. Ella sabía cómo terminaría todo.
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LA ÚLTIMA CLEOPATRA
Fiksi SejarahCleopatra Selene II estaba destinada a gobernar a todo Egipto cuando creciera, pero cuando los Romanos le declararon la guerra e invadieron su reino, todo se redujo a cenizas y a un futuro incierto. ...