Mar Jónico, 09 julio del año 20 a.C.
Los días arriba de la embarcación se habían vuelto monótonos, solo había agua cuando abría sus ojos a la mañana y agua cuando los cerraba por la noche, una interminable masa celeste cristalina que se extendía hasta el horizonte justo donde se mezclaba con el cielo. Y no solo eso, sino que su constante movimiento, cada vez que una nueva ola chocaba contra las maderas de los costados, era horrible. Selene había pasado los primeros dos días acostada, su cuerpo no podía acostumbrarse a no tener tierra firme bajo sus pies y conseguir el equilibrio se volvía cada vez más difícil.
—Hace tanto que no viajaba en estas cosas —dijo Selene al amanecer del tercer día—. Las odio —musitó con rabia.
La única y última vez que se había subido a una embarcación fue cuando Alejandría cayó y Augusto la llevó hasta Roma como una esclava, ahí había padecido el tener que subirse a este monstruo flotante.
—Realmente son horribles —concordó Yanira, ambas aún sintiéndose molestas, pero al menos hoy ya no sentían náuseas.
—Este té las ayudará a ambas —interrumpió Nuru, mientras le ofrecía a las otras dos mujeres un poco de infusión.
Selene la aceptó gustosa, deseando que por primera vez desde que inició esta travesía, algo pudiera quedarse en su estómago. Sin embargo, Yanira se negó, ella era una sirvienta y no era correcto ser servida, eso quedaba reservado para su señora.
—Deja eso Nuru, no corresponde —se excusó.
—Tómalo, lo necesitas y no le negaré un simple té a quién lo necesite —pronunció seria.
—Pero... —intentó refutar.
—Solo tómalo, llevamos demasiados días descompuestas —dijo Selene—. Realmente necesito sentirme mejor —terminó mientras daba otro sorbo.
Yanira asintió, pero en el fondo seguía sintiéndose apenada de ser atendida y ya estaba pensando en cómo compensar a Nuru por esto, sino estaría sintiéndose en deuda.
—Hay un hermoso sol, así que vayan a disfrutarlo porque a lo lejos se observan nubes demasiado negras —expresó Nuru—. Los siguientes días de viaje lo pasaremos bajo agua —advirtió.
—Odio esto —volvió a decir Selene.
Si lo había pasado mal con el movimiento dentro de todo bastante suave de la embarcación, ahora que por fin se estaba acostumbrando, no se quería imaginar cómo sería ese movimiento bajo los vientos feroces y las cortinas de agua abundantes de una intensa tormenta.
ESTÁS LEYENDO
LA ÚLTIMA CLEOPATRA
Ficción históricaCleopatra Selene II estaba destinada a gobernar a todo Egipto cuando creciera, pero cuando los Romanos le declararon la guerra e invadieron su reino, todo se redujo a cenizas y a un futuro incierto. ...