XXXII

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—Mi señora— abrazó a su hermana cuando la vio entrar y ella lloró sin miramientos, sabiendo que Tyland no la iba a juzgar.

—El rey ha muerto.

—¿Qué, murió?

—Murió en mis brazos, mi padre murió en mis brazos— se atragantaba con su llanto y las palabras.

—No puede ser cierto.

—¿Sabes lo que eso significa? Tuve que salir por uno de los pasadizos o sería acusada de regicidio— trató de calmarse—. Quiero que hagas algo por mí.

—Por usted, lo que sea, lady Lannister.

—Alicent y Otto querrán sentar a Aegon en el trono de hierro.

—No lo permitiré.

—Lo harás o sabrá que tu lealtad no está con la reina viuda, mandarás cuervo a nuestra abuela, se verá menos sospechoso porque creerán que pedirás las tropas de Kevan y Elle.

—¿Y tú qué harás?

—Esperar la respuesta de Rhaenyra y poner a mis hijos a salvo.

—Sabes que Roca Casterly...

—Ese será mi último recurso, no lo voy a gastar ahora.

—Lord Lannister— llamaron a la puerta.

—Un momento, por favor. Tienes que irte.

—Te amo, nos vemos cuando todo esto acabe— se fundieron en un abrazo, secó sus lágrimas y le dijo que debía esperar a que se despejara el pasillo.

—Visenya, ¿por qué aún no estás lista?

—¿Qué pasa?

—Todos a Pozo Dragón, ¡ahora! — el grito de su madre y verla deshecha solo los alertó más, sus pertenencias ya iban de regreso en el barco, junto a los huevos de Quenya. Alyssa los condujo por el pasadizo para que nadie los viera huir en medio de la noche.

***

—Alyssa, ¿qué pasa?

—Creo que el viaje no me serenó.

—¿Fue por lo que hizo Aemond en la cena?

—¿Celos, miserable? — intentó sonreír—. Visenya ya se encargó del asunto.

—Si necesitas hablar...

—No hay necesidad— este la besó y ella no siguió, no se sentía capaz de corresponderle en aquel momento.

—Quiero entender qué te pasa.

—Cuando esté lista, serás el primero en saber— besó la mano de su tío y fue a sus aposentos.

Sus hijos estaban todos en sus habitaciones, algunos desempacando todo lo que llevaron y al final no usaron. Aemma fue con Mía a dejar los huevos junto a la madre. Quenya se dejó mimar por la princesa y ella se quedó ahí un momento a meditar lo que su madre les dijo nada más llegar. No podía creer que de verdad el tiempo estuviera contado. Alyssa cerró la puerta luego de recibir la infusión de una de las damas. Lancel seguía redactando las misivas correspondientes y revisando el testamento de la princesa. Alyssa la bebió todo de un trago y lanzó la taza a tiempo que gritaba con fuerza, se aferró a su silla mientras lloraba desconsoladamente.

—¿Qué te pasa? — sacó su daga, ya que la espada estaba más lejos, y la apuntó.

—¿Qué haces aquí? Deberías estar con tu madre.

—No es donde quiero estar.

—Es en donde te necesitan.

—¿Por qué lo dices?

Hija del trono de hierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora