IX

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—Necesito hablar contigo.

—Te escucho— la condujo por los pasillos.

—Es sobre la sucesión.

—Usted dirá, majestad.

—No, quiero hablarte como padre y saber que no me desprecias por haber tomado la decisión que tomé.

—¿Tú me desprecias? Pusiste a Daemon en lugar que a mí, luego a Baelon, después a Rhaenyra, ¿por qué no soy buena para ti? — inquirió una vez entraron a la cámara de su padre, quien le corrió la silla para que se sentara a su lado, viendo la inmensa maqueta.

—No deberías mostrarte tan insegura, eres una gran mujer.

—Solo soy una dama de la corte, querido padre, pero no amaste a Alys, solo cumplías con tu deber como se ha hecho hasta ahora, que te exigen una nueva esposa para engendrar más herederos.

—No mides tu lengua.

—No es algo que me caracterice bien, sino que se espera que sea mansa, mesurada, dócil para que mi marido pueda manejarme... pero no quiero que mi padre me manipule como si fuera una pieza en su juego de ajedrez.

—Alyssa, ¿sabes por qué aparté a Daemon?

—Por la misma razón que no me escogiste a mí.

—Así es.

—Si el día de mañana, mi hermana desea convertirme en su Mano, no quisiera que se me despreciara como tú hiciste con tu hermano.

—Eso sería legendario y revolucionario, una corte creada y dirigida por mujeres.

—Escoge esposa, si no es para engendrar nuevos herederos, que sea para no sentir la soledad de la corte— besó el dorso de su mano—, pero por lo que más quieras, no escojas a Alicent.

—¿Cómo sabes que...?

—No lo sabía— sonrió triunfal—, eres mi padre y te apoyaré, aun en contra de la voluntad de Rhaenyra, pues a ella sí le molesta esta situación.

—¿Y si me decantara por Laena?

—Hazla sentir como la princesa que es, la mujer más afortunada que se convertirá en reina de los Siete Reinos, pero ámala con ternura porque aún es una niña.

—No es prudente.

—Sería preservar el legado de Valyria, ¿a qué viene tanta duda? Eres el rey.

—Ya lo discutimos...

—No, solo se dio por hecho— suspiró cansada—, has lo que creas conveniente pues tu palabra es ley y debe ser acatada a la brevedad y sin discutir, por lo que no me opondré a lo que sea que decidas, solo necesito saber que podré estar ahí para preservar nuestro legado, tanto el de mi hermana como el tuyo y el mío propio, en contra de cualquier detractor.

—Sea.

—Te amo, padre, ahora iré a mis lecciones.

***

—Ocurrió durante la oscuridad de la noche, mis señores, en la hora del murciélago. El ladrón eludió nuestra persecución.

—¿Cómo es posible que robaran un huevo frente a más de cincuenta entrenadores de dragones?

—Fue el príncipe Daemon el culpable, majestad.

—¿Daemon?

—El príncipe dejó una misiva que me parece que lo explica.

—Quiero verla— objetó Alyssa conteniendo la rabia—. "Es el placer de Daemon Targaryen, el príncipe de Dragonstone y legítimo heredero del trono de hierro...", ¡esto es inaudito! "Anunciar que toamrá a una segunda esposa según la tradición de la antigua Valyria, será nombrada lady Mysaria de Dragonstone. Su majestad está embarazada y tendrá un huevo de dragón en la cuna del bebé, como es la costumbre de la Casa Targaryen." ¿Lo piensan permitir?

—¿Quién es lady Mysaria?

—Creemos...

—La puta de Daemon— se apresuró Otto—, esto no es más que una sedición.

—Tiene razón, mi hermano quiere provocarme, contestarle es darle lo que quiere.

—El reino está observando, majestad— dijo lord Corlys.

—¿Qué esperan que haga? ¿Que lo mande al Muro? Tal vez podría poner su cabeza en una lanza.

—Daemon ha tomado Dragonstone, se ha rodeado de un ejército de Capas Doradas y ahora ha robado un arma peligrosa.

—¿Qué huevo se llevó Daemon?

—El huevo era de Quenya, princesa— Alyssa casi lo sintió como una disculpa, tanto para ella como para su hermana—. El mismo que usted escogió para la cuna del príncipe Baelon.

—Reúne a un destacamento, Otto.

—Padre, quiero ir.

—No.

—Es una cría de mi dragona, ¡no permitiré tal afrenta!

—Ve a cambiarte, traeré a Daemon ante la justicia yo mismo.

—Sí, mi señor.

—Majestad— padre e hija voltearon—, Daemon no tiene límites. Déjeme ir a Dragonstone.

—Alyssa.

—Lo sé, hermana, lo sé.

—¿Lo permitirás?

—Ve, trataré de cubrirte con nuestro padre.

—Gracias— le besó la mejilla y anduvo.

—Majestad.

—Lancel, no es momento.

—¿Qué ocurrió?

—Vamos a Pozo Dragón.

Hija del trono de hierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora