Hija del trono de hierro

LXII

Lancel la jaló a tiempo que la cubría con su cuerpo, no evitó que el Lannister sufriera una grave quemadura en el brazo. La Leona Targaryen se desplomó a llorar, no escuchaba lo que su primo pudiera decirle, no encontraría consuelo pronto. Mía se abrió paso a grandes zancadas para ponerle un abrigo a su señora. Alyssa se acomodó junto a su dragona y le acarició el rostro sintiendo poco a poco que se volvía frío. Afuera, se escuchaba a Sindarin rugir y a los dragones, hijos de ambos, inquietos y rugían con ira. La princesa hacía un esfuerzo para levantarse, no queriendo dejar atrás a la única montura que había tenido.

—Señora...— extendió la mano a su madre, ella ni se inmutó.

Lancel la cargó, ya envuelta en el abrigo para que nadie viera su anatomía. Mía los seguía de cerca y Jaehaerys tomó esos cuatro huevos para ponerlos en los calderos y llevarlos a los aposentos de los gemelos, pues ellos arrullaban a cada huevo para susurrarles. Alyssa seguía llorando, se aferraba con fuerza a su primo, no tenía fuerzas para nada, a pesar de no tener ninguna herida visible por el combate. Mía la bañaba y tejía su cabello bajo la atenta mirada de los otros dos, afortunadamente, no habían visto a nadie de la familia. La princesa subió a la cama y se apretaba a un almohadón para que el llanto no se escuchara hasta afuera. Pronto arribaron los gemelos, Rhaenys llevaba comida y su madre se negaba a probar bocado.

—¿Qué vamos a hacer?

—Nada.

—El bebé podría sufrir daño...

—Si no es que ya lo sufrió por la batalla.

—La revisaré...

—Debemos informar al resto lo ocurrido.

—Ya lo sabe todo Poniente.

—¿De qué hablan?

—Sindarin, Scatha y Anarya queman toda la costa y los barcos cerca, los bosques quedaron inservibles.

—La abuela envió carta, quiere saber cómo está.

—Viva— se encogió de hombros el hijo mayor.

—Si no encuentra respuestas pronto, mandará sus huestes a todos lados.

—Sabemos que el abuelo Tywin ya viaja.

—Necesito estar a su lado— fue lo primero que dijo tras varias horas.

—No— sentenció Jaehaerys.

—Estoy bien.

—Fuiste a la batalla en tu estado.

—Dijiste que los mandaron al campo y no lo iba a consentir.

—Pudiste haber muerto.

—Lo intenté— lloró de nuevo. Rhaenys sostenía su mano.

—Este bebé no decidió sacrificarse.

—Necesito que nazca ya.

—No tienes montura.

—Eso se puede arreglar.

—Majestad, debería esperar— dijo Viserys hincando la rodilla ante su madre.

—Siento que... todo me derrumba y...— se ahogaba de nuevo—. Lo estoy intentando— lloraba a lágrima viva.

—Debes descansar— Mía le acomodó los cojines.

—Ya no puedo dormir.

—¿Y comerás?

—Tú ganas— le intentó sonreír a su hijo. Mía le dio pequeñas porciones hasta que ella por fin pudo terminar el plato sola.

—¿Por qué Daemon no te protegió?

—No lo sé, ha estado muy distante, distraído.

—Necesito una explicación— espetó Jaehaerys.

—Era todo lo que tenía, todo lo que necesitaba y quería... sin ella... ¿Cómo puedo estar aquí y no poder moverse sin ella?... ¿Cómo es posible concebir una vida sin lo mejor que me ha pasado?... Fue en estas tierras donde perdí la primera nidada que puso siendo yo su jinete... ¿Hay vida después de sentir mis entrañas ser arrebatadas de mi ser? — yacía absorta en sus pensamientos, estaba recostada, acariciando el huevo que no eclosionó, otro de los tantos que había puesto Quenya durante toda su vida—. Puse un huevo en sus cunas y, este bebé deberá tener el suyo a su debido tiempo, tomaremos uno de los últimos que puso y... nos retiraremos a Roca Casterly, por mí que se maten entre ellos, ya no me importa.

—Aún debemos buscar a Aemma y Visenya.

—Jaehaerys...

—¿Sí, mi señora?

—Deberás buscar a tu hermana... Visenya conoce el camino a casa.

Dado que me bajaron varias historias de la plataforma y estoy batallando para subir capítulos de algunos fics, he decidido centrarme más en pasar todas las historias a las otras plataformas que ya les había mencionado.

Les estaré dejando los links aquí--------------------------------->

Una disculpa si parece que ando desaparecida