XL

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—Señora...

—Maegor— le acarició la mejilla.

—Te fuiste sin avisar— apretó su muñeca.

—Lo necesitaba.

—Pudiste pedírmelo a mí.

—Sufres por la pérdida de tu hija.

—Y tú por tu hijo.

—Ya hemos sufrido este mal, hace casi treinta años... Esto es diferente.

—¿Porque los disfrutamos y al cuerpecito no lo conocimos?

—Y seguimos sin saber su paradero.

—Debemos tomar Harrenhal...

—Su esposa no lo permitirá.

—No le pediremos permiso.

—Nos contuvimos en aquella ocasión, ¿y ahora los desafiaremos?

—Esta es la ocasión que necesitabamos— la sostuvo del cuello con fuerza, quizá excesiva, Alyssa temía a ese hombre e intentaba que no se notara, mientras aferraba su muñeca, logrando que sus manos se movieran como si padeciera artritis—. Saca tu Capa, debes pulir a Hija de la Oscuridad y espera mi señal.

—Antes que nada, necesito que contactes a Mysaria.

—No es tiempo para pensar en eso— sonrió de forma socarrona.

—Debemos vengar a nuestro hijo y ella es quien está más cerca de los Verdes.

—Me gusta cómo piensas— mordió su labio inferior.

—Quiero que todos paguen y le allanemos el camino a nuestra futura reina— sonrió con satisfacción, aunque ellos no pensaban en la misma candidata—. Daemon, una cosa más.

—Lo que sea...

—Si damos este paso, ya no hay marcha atrás.

—Jaehaerys decía que lo único que podría derrumbar a la Casa del Dragón, era la casa misma...

—Porque él lo había intentado...

Completó Alyssa Targaryen lo que nunca nadie se atrevía a decir, que el Conciliador no lo fue en un principio, los príncipes habían optado por estudiar la historia de su casa para crear un frente sólido contra Otto Hightower y los Verdes, porque el Rey Viserys I no participaba de la jugada, y en verdad que ya no estaba. Otras de las razones era para saber qué nombres ponerles a sus hijos, porque para el Príncipe Canalla todos eran sus hijos, La Leona no lo contradijo al ver que les daba armas para defenderse, no las de acero valyrio, no los arcos y flechas, no los dragones, sino la fuerza, coraje y habilidad de palabra.

Daemon y Alyssa se fundieron en un beso apasionado, cargado de lujuria y ansioso al ver sus sueños cada vez más cercanos. La apretó contra su cuerpo mientras la conducía a la cama, ya no era una niña a la que debía tratar con cuidado, ahora sólo lo haría cuando ella se lo pidiera. Ambos lanzaron sus armas a los costados mientras se desprendían las prendas con desesperación. Esta vez no fueron a la alcoba nupcial, sino que se escabulleron a la alcoba privada de él, bajo riesgo de ser atrapados, ambos se fundieron al ritmo de los gemidos de ella.

—Señora...

—Vamos en un momento— dijo la princesa cuando el príncipe terminó de acomodarle el vestido—. Llama a todos a los pies de Quenya y Scatha.

—¿Vendrá con nosotros, padre? — inquirió Visenya.

—Si su madre me invita— Alyssa sonrió y se mordió el labio inferior, Daemon la volvió a besar y esta vez fue él quien mordió el labio de la princesa—. Dice que sí voy— exclamó eso último y se escuchó la exclamación de Rhaenys al otro lado de la puerta y ambos príncipes rieron.

Hija del trono de hierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora