XXX

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—¿Me permite, alteza?

—Déjanos solos.

—Permíteme— comenzó a poner los vendajes en las heridas limpias.

—No hay necesidad.

—¿Duele?

—Poco.

—¿Significa que el trono de hierro te ha rechazado?

—¿Planeas sentarme en él?

—Podría pedir que anulen mi matrimonio con Helaena para casarnos.

—Jaehaerys sería tratado de bastardo.

—Pero podríamos engendrar a nuestro propio heredero.

—¿Crees que tu número en el salón del trono fue buena? Ahora mi imagen ha quedado manchada ante la corte.

—No era mi intención.

—Que los maestres terminen de limpiarme para ir de paseo.

—¿Crees que seré buen rey?

—El trono es para mi tía Rhaenyra, no para ti.

—Mi abuelo ha trabajado en eso...

—Lo sé. ¿Piensas consentirlo?

—No podría revelarme...

—No puedes permitir que te usen en sus juegos.

—¿Qué sabes tú de juegos e intrigas palaciegas?

—Vi a una mujer que ilumina una habitación, apagarse y caer en una depresión tan profunda, que su cuarta hija casi la mata... no quisiera que pasaras por algo similar, no se lo deseo a nadie.

***

—¿Estás bien? Vi que te asustó la ejecución.

—Estoy bien.

—A mí no me puedes mentir, conozco cada parte de ti— acarició la orilla de su rostro y la princesa se estremeció entre sus brazos. Maegon la besó con profundidad y Helaena derramó un par de lágrimas, tanto tiempo ansiando ese tacto de vuelta.

—No me vuelvas a dejar, por favor.

—Vámonos.

—¿A dónde?

—A Roca Dragón, a Roca Casterly, lo que quiero es que tus hijos, tú y yo estemos juntos.

—¿Y Rhaena?

—Jaehaerys puede desposarla.

—No me hagas escoger entre el deber y mi corazón.

—Yo ya tomé una decisión, solo faltas tú.

***

—Madre— llamó su hija mediana, la única que se atrevía a usar el apelativo afectivo con su progenitora.

—¿Qué pasa, Aemma?

—Iré con mis hermanos a pasear, Lancel y Mía fueron a hablar con Tyland.

—Gracias, princesa, nos veremos en la cena— Aemma le besó la mejilla y salió de ahí, pero no cerró la puerta. Alyssa dejó los trapos con que limpió la sangre junto al vestido ensangrentado y fue a la puerta, se exaltó al ver ahí a su hermano, la abrió para dejarlo pasar a sus aposentos—. ¿Ocurre algo, príncipe?

—Solo quería asegurarme que no se hirió.

—Las heridas de Visenya son menores y sanarán pronto.

—No vine a preguntar por mi sobrina.

—Usted lo vio, solo me manché de sangre.

—Aún tiene un poco— fue por un trapo para limpiar su brazo, por la parte baja del hombro, seguro no lo vio.

—Gracias— titubeó un momento ante la cercanía.

—¿Asistirá a la cena?

—Por supuesto, el rey pidió que toda su familia fuera y soy su primogénita.

—¿Le apetecería entrenar juntos mañana?

—¿Antes o después de la comida?

—Antes.

—La veré más tarde.

—¿Seguro que es todo? — le sostuvo del brazo—, pareciera que quieres decir algo más.

—Espero que lleve el mejor de sus vestidos y cocinen lo mejor de lo mejor— Alyssa lo soltó cuando ambos concentraron la mirada en ese pequeño agarre. Aemond asintió con la cabeza antes de marchar de ahí.

—Señora— entró Rhaenys a prisa y abrazó a su madre.

—Dime, pequeña.

—Vi al príncipe Aemond salir de aquí.

—Lo que sea que pienses, no.

—¡Sí!

—Rhaenys— reprendió.

—Dime, Alyssa— sonrió cada vez más emocionada.

—Ya pídele matrimonio para que no ande de casamentera— se giró hacia Viserys y este solo se encogió de hombros.

—Claro que no, madre, no descansaré hasta que tú y Aemma estén felizmente casadas.

—¿Y Jaehaerys?

—Ese ya está apartado— y su hermano saltó los ojos al oír eso.

—Dime que no han desatado a Rhaenys— sonrió Visenya nada más entrar a la alcoba de su progenitora detrás de Maegon.

—Ahora es Rhaenys la Celestina— su madre besó su sien y la princesa soñadora volteó a ver a su hermano, quien la abrazó por la espalda.

Hija del trono de hierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora