VI

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Y el reino entero se vistió de luto, porque la reina Aemma, la segunda esposa del rey Viserys perdió la vida durante el parto. Su padre no le quiso decir si alcanzó a conocer a su hermano, si dijo unas últimas palabras antes de perecer. Alyssa lloró en los brazos de su primo, pronto su abuela también la abrazó, pero, desafortunadamente, no estaban invitados al funeral, su abuela fue comprensible, no era momento de entrar ambas familias en disputas, le dio su bendición y le permitió marchar.

Parecía que la desgracia se cebaba sobre la familia real, porque el príncipe Baelon no aguantó la noche y se fue detrás de su madre. Quizá el mundo exterior era demasiado para él, quizá no estaba listo para dejar el lecho materno y prefirió ir a buscarla. Alyssa se aferró al cuerpo de su madre ya envuelto, no la dejaron ver la anatomía que fue su madre durante quince años. Entró en la habitación mientras su hermano era dispuesto para el funeral.

Se vistió completamente de negro, abandonó las pieles propias de los Lannister, solo conservó las pulseras, su cabello apenas fue alisado, lo suficiente para que su dama le pusiera un broche con el emblema familiar: el dragón de tres cabezas. Anduvieron hasta el lugar destinado, en la colina junto al mar, apartado de las miradas curiosas. Por el camino, vio a su tío, pues sabía que no gustaba de quedarse en la Fortaleza Roja, así que se aproximó a él, quien le ofreció su brazo para ayudarla a andar.

Ambos reverenciaron al rey, ahí estaba su hermana con Alicent, su dama, obviamente la Mano del Rey, la Guardia y un par de nobles. Syrax estaba cerca, Quenya un poco más retirado, pues la pira sería incinerada y cualquiera de las dos hijas tenía el derecho de hacerlo. Pronto se les unieron Corlys y Rhaenys, lord Strong, el septo. Todos listos y dispuestos para la ceremonia. Alyssa soltó un momento a Daemon para abrazar a su hermana y ambas pudieran serenarse, pero era difícil ocultar que no durmieron por llorar, su rostro yacía rosado de tanto llanto.

—Las están esperando— se acercó Daemon a las hermanas.

—Me pregunto si, con esas pocas horas de vida de mi hermano, mi padre finalmente encontró la felicidad.

—¿Crees que no lo hacíamos feliz?

—Su padre las necesita, más de lo que jamás ha hecho.

—Yo nunca seré un varón— dijo Rhaenyra ante de que los tres voltearan a ver al monarca.

—Iré yo.

—Sí puedo— tomó la mano de su hermana mayor y dieron un par de pasos, pero a la más joven se le cortaba el habla.

Juntas— susurró.

—Dracarys— hablaron ambas, Quenya reverenció a su jinete y fue Syrax quien incineró la pira.

***

—¿Dónde está Rhaenyra?

—Le di una infusión, no nos dará la calma, solo quiero que se serene— Alyssa servía las copas.

—Majestad, esto es lo último que queremos discutir en esta hora oscura, pero considero el asunto urgente.

—¿Qué asunto?

—El de la sucesión.

—¿No podría esperar? — espetó al dejar la jarra con fuerza, no le importó haber derramado vino, Corlys se apresuró a rodear la mesa—. Mi hermana aún llora a nuestra madre, mi padre no puede dormir con la pérdida, ¡por lo menos espera al alba, maldito viejo!

—Basta, es suficiente— la rodeó con los brazos para alejarla de la mesa.

—No puedes ser tan inhumano, insensible y miserable para hablar de temas tan banales en momentos como este— forcejeó con su tío.

Hija del trono de hierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora