XXXVI

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—Felicidades— se sorprendió Aemond al verla entrar en la alcoba con el emblema.

—No se siente mío.

—Quizá creíste que faltaría para ese momento.

—Lo han hecho oficial, tu abuelo vino a traer clausulas.

—¿Dijo algo de ti?

—No, saben que la lealtad de los Lannister no puede ser puesta en juicio en los tiempos que corren.

—Necesitas descansar.

—Estoy bien.

—Ven a la cama.

—Sería inútil decirles a las sirvientas que preparen una cámara para ti.

—En efecto— ella sonrió y se dejó besar.

—¿Puedo? — inquirió acercando la mano hacia el parche y él la detuvo—. Perdón, si no estás listo, no te presionaré.

Aemond la besó con ternura, se quitó la capa y zapatillas, el príncipe le desabrochó el vestido y se quitó el cuero que cubría su camisa, por fin su cuerpo descansaba de estar tantos días con la misma ropa. Aemond también se quitó las botas y ambos subieron a la cama, se abrazaron un momento, la princesa Alyssa descubrió que ese era el acto más tierno que podía darle, estar abrazados de forma apacible y sin preocupaciones, en ese momento no importaban las intrigas palaciegas del exterior. La propia princesa se sorprendió a sí misma haciendo el gesto que Daemon hacía con ella, acarició su pecho con su mejilla y él le acarició el rostro con el dorso.

—¿Crees que Rhaenyra me delate?

—No, Daemon y yo lo usaremos a nuestro favor.

—¿Cómo?

—Lo más seguro es que ni te busquen, su prioridad era Aegon, ni siquiera han llevado a Daeron a la corte.

—¿Tienes espías? — ella solo lo vio, no eran suyos, pero le respondían a ella cuando no tenían respuesta de su tío—. Claro, no sería sorpresa...

—No hay, Mía los investigó a todos y comprobó todo tipo de conexiones.

—Parece que lo conocieras todo.

—Las intrigas palaciegas son divertidas cuando te pones a investigar cuáles rumores son reales y cuáles no, al ser solo observadora y jamás actuar o ser el centro de atención, te enteras del doble de cosas que El Consejero de los Rumores o tu abuelo...

—¿Enserio? ¿Como qué?

—Ven aquí— lo besó con delicadeza y él lo profundizó—, a veces saber todo, solo perjudica porque no sabes hacia dónde guiar tu lealtad.

Aemond la volvió a besar para que se olvidara de la conversación, ella se dejó a abrazar y ser acariciada por ese hombre. Ambos jadearon cuando la jaló para subirla en su regazo, así que ella se acomodó a horcajadas y envolvió su cuello, él comenzó a moverse debajo de ella y le desprendió la camisa y acarició su pálido torso, unas cuantas cicatrices y sabía que no eran de combate, jamás había estado en uno fuera del entrenamiento en el patio de la fortaleza. Ella titubeó y él tomó sus manos para que no lo abandonaran.

Alyssa asintió y Aemond le quitó el camisón, él vio la herida en el costado, la herida del hombro y brazo, ella no había estado en el campo de batalla, pero las intrigas palaciegas la habían dejado así, por eso Jaehaerys no quería pelear enserio con ella. Alyssa le besó cuello y hombro, él se desprendió de la última prenda. La acostó debajo de sí y se vieron, ella volvió a asentir y lo sintió entrar, se sostuvo de los brazos de su interlocutor para acostumbrarse a una nueva intromisión. Antes de que dijera algo, él comenzó las embestidas, ella rodeó su cintura con las piernas para que fueran más profundas y comenzó a gemir.

Hija del trono de hierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora