Hija del trono de hierro

XXI

—Siga respirando.

—Puja.

—Otra vez.

—No puedo...

—Vamos, ya lo hiciste dos veces, puedes con una tercera.

—La cabeza.

—Un varón, princesa.

—Felicidades, mi Señora— besó la frente de su hermana mientras esta lloraba de alegría.

—¿Está sano?

—Como cabra.

—Hola.

—Tiene tus ojos.

—Los tiene cerrados— apenas y se entendió a la princesa que reía por la broma de su hermana y lloraba de alivio.

—Princesa— ambas voltearon—. La reina solicita que el niño sea llevado con ella, de inmediato.

—¿Por qué?

—Si la reina no sabe lo difícil que son estas primeras horas y el alivio que es, significa que los príncipes no los pario ella.

—Alyssa.

—Avisaré a la reina.

—Te acompaño— espetó la mayor al ponerse de pie y restregarse en el mandil, el sudor de su hermana. Rhaenyra se molestó y se puso de pie con esfuerzo.

—Lo llevaré yo misma.

—Debería descansar, princesa.

—Lo sé, debería, ahora ayúdenme a vestir.

—Alistaré tu alcoba y llevaré a los niños— besó la sien de su hermana y la vio marchar.

Alyssa entregó el mandil a una de las damas y enseguida la alcanzó Mía, fueron en dirección contraria, pues pidió que los aposentos de sus hijos estuvieran lo más lejos de Alicent, con la alcoba de Mía cerca para protegerlos. Incluso había un pasadizo que conectaba su cámara con la de sus hijos. En cuanto abrió la recámara, la pequeña Visenya levantó la vista de sus asuntos y le brillaron los ojos, su madre asintió y la mayor de su nidada de pequeños dragones con cabello dorado, comenzó a movilizar a sus hermanos para ir a los aposentos de su tía Rhaenyra.

—Yo primero.

—No se empujen— ordenó la princesa y los niños fueron casi en fila detrás de su madre.

—Jace y Luke aun custodian el huevo que les ayudé a escoger.

—Eres buen instructor, Maegon.

—Pero ellos creen que fue su idea— parecía secreto por la forma en la que su hijo ponía la mano cerca de su boca, mientras, con la otra, llevaba a Aemma.

—Es lo que hacen las Manos, significa que estás practicando para el momento en que Jace suceda a su madre— sonrió Alyssa—, te felicito.

—¿Se parece más a mi tía Rhaenyra o a mi tío Laenor? —Jaehaerys ofreció su mano a su madre para ayudarla a subir las escaleras.

—A tu tía— Visenya llevaba de la mano a los mellizos, detrás de la Leona.

—¿Tiene los ojos Targaryen? — dudó la mayor.

—Debería, nació del vientre de uno.

—¿Y será caballero como yo?

—¿Tú lo vas a entrenar?

—Por supuesto, soy el mejor espadachín que tienes.

—Creí que ese era yo.

—...devuélvanlo— dijo Laenor.

—Hola, príncipe— le acarició la mejilla—, niños— y los reverenció.

—¿Vienen? — dudó Jace, Visenya y Maegon se apuraron a ir detrás de ellos.

—Iban a conocer a su primo— rio Alyssa.

—Dales un momento— pidió su cuñado y ella asintió. Luego vio a Strong salir.

—¿Dónde está la madre más hermosa?

—Hablo con ella— la recibió su hermana.

—¿Lo puedo cargar? — Rhaenys bailoteaba alrededor de su madre, emocionada por el nuevo bebé.

—Siéntate— dijo Rhaenya, la niña se subió al sillón casi de un brinco y tuvo en sus brazos al bebé.

—Ven, Viserys.

—Es hermoso, madre. Felicidades, tía.

—Gracias, pequeño— le alborotó el cabello.

—¿Así me veía yo? — se asombró.

—Más pequeño.

—Alteza— llamó Lancel.

—Visenya, ¿qué pasó?

—Luke, Jace, Maegon, y Aegon le hicieron una broma a Aemond, así que entró, otra vez— su madre solo la miraba—. Yo quería salvarlo, Fuegosueño pudo haberlo herido.

—Hiciste bien— asintió con la cabeza—, gracias, hermano.

—No agradezcas— le besó el dorso de la mano.

—Mejor nos vamos para que descansen— besó la frente de su hermana y extendió la mano a sus hijos para que la acompañaran—. Despídanse de la princesa.

—Adiós, Señora.

—Dulces sueños, pequeño Joffrey.

—Descanse, Majestad.

—¿Cómo lo viste?

—Ileso, igual que su hija.

—Bien, buscaremos otro huevo para darle a Aemond, me sorprende que su huevo no haya eclosionado, la mayoría de los que pone Quenya lo hacen, tarde o temprano.

—Seguro se desespera, Visenya y Maegon reclamaron los que usábamos Mía y yo, las otras crías volaron a Roca Dragón, seguro lamenta no tener la suerte que el resto.

—Tienes razón, hablaré con el rey para llevar al niño a escoger dragón.

—Me preguntaba dónde estaban mis pequeños— Mía sorprendió por la espalda a Rhaenys y la cargó mientras la llenaba de besos.

—Tú nos llevaste— no aguantaba la risa.

—¿Mandaste cartas a mi prima?

—Con saludos también para su tío.

—¿Y el travieso?