Hija del trono de hierro

XI

—Tiene su cabello majestad.

—Sí, heredó mi cabello...

—Dos años de edad y nuestro niño ya tiene presencia real.

—Tal vez sí, hermano, pero esta mañana, insistió en comer su avena con las manos.

—¿No es lo que hacen los niños?

—Que no note que lo escuchas— se burló Alyssa.

—Sus confabulaciones se escuchan hasta acá.

—El rey ha ignorado a lord Lannister.

—Pero insiste, míralo.

—Tu hermano es terco.

—Primo— puntualizó Lancel.

—Alguien podría decirme, por los siete infiernos, ¿en dónde está Rhaenyra?

—Yo voy, majestad— Alyssa entregó su copa con brusquedad a la Mano y claramente lo llenó de vino.

—Eso fue grosero.

—Claro que no, princesa.

—No me llames así.

—Majestad.

—Aún no lo soy— se rio.

—Pero para allá vamos, ¿no es así?

—Mi lady— Lancel reverenció.

—¿Ves? ¿Por qué a él no le dices nada?

—Él me cae bien.

—Golpe bajo— entrecerró los ojos.

—No iré adentro.

—No vine para llevarte, sino para hacerle compañía a mi hermana— se sentó a su lado.

—Su vestido, princesa.

—Preferiría mi armadura.

—Me gustan tus vestidos.

—Podría decirle a mi abuela que te mande uno.

—Tu abuela no me quiere.

—Majestad.

—¿Te dijo que te detuvieras?

—Desde el principio— dijo Rhaenyra.

—Rhaenyra— la llamó la reina.

—¿Sí?

—Se requiere tu presencia en el patio exterior— dijo Alicent masajeando su abultado vientre—, la cacería real se alista para partir.

—He decidido permanecer aquí y leer— agitó el libro que ocupaba su atención antes de la llegada de su hermana.

—Puedes irte, Samwell.

—Te quedarás por orden de la princesa.

—La reina ordena que te vayas de inmediato— sentenció la embarazada y Alyssa torció los ojos—. El rey ordena que nos acompañes.

—El rey tiene mucho que celebrar, no me necesita a mí.

—Él quiere que estemos todos juntos. Tal vez la cacería sea divertida.

—¿Es la orden del rey?

—Sí, pero...

—De inmediato, majestad— se levantó y emprendió camino.

—Nada necesita ser así en realidad, Rhaenyra— quien la ignoró abismalmente, así que volteó con la otra princesa.

—A mí ni me veas.