Hija del trono de hierro

XIV

—Gracias.

—Es lo menos que podía hacer.

—¿Segura que no te proyectas?

—Deberías prestar atención a tu entorno de vez en cuando.

—Creí que te irías detrás de Daemon y Lord Corlys.

—Me necesitas aquí, no planeo dejarte sola.

***

—... la vista más allá de la frontera es inspiradora.

—No tanto como esta audiencia.

—Así lo dijo la reina Alyssane cuando nos honró a mi padre y a mí...

—Dígame, lord Dondarrion, ¿considera a mi bisabuela tan hermosa como dicen?

—Fue hace medio siglo, princesa.

—Sí, es verdad.

—Eso fue impropio, princesa.

—El hombre es más viejo que mi padre, es impropio que se proponga como contendiente por mi mano.

—Siguiente.

—Y ahora un niño.

—Los Blackwood son una antigua casa con un ejército formidable. En Riverlands, alguna vez gobernaron como reyes, la sangre de los primeros hombres aun fluye por sus venas.

—Adelante— dijo Alyssa.

—Mi princesa, el nuestro es un vínculo que ha perdurado desde que Lucas Blackwood, el abuelo de mi abuelo, acompañó al gran dragón en su conquista.

—Sí, en aquella victoria los Blackwood fueron de gran ayuda.

—Con la sangre de los primeros hombres, nuestra historia está arraigada en esta tierra, en la que su casa ha hecho un hogar. Si me elige, princesa, sus días serán simples y sus noches seguras, bajo mi protección.

—¿Protección? La princesa tiene un dragón, imbécil.

—Se nota que los Baratheon no conocen de modales— espetó Alyssa, lo cual frenó las risas más allá de la reprimenda que Lord Baratheon logró.

—Puede llegar a agradarme— dijo Rhaenyra—. Que pase el siguiente para poder irnos a cenar.

—Cobarde— murmuró Bracken, el niño y el hostil sacaron espadas.

—Nos vamos— ordenó Alyssa y siguió a su hermana.

—Avisen al puerto, que el capitán Oswin prepare el barco.

—La esperan en Bitterbridge en tres días.

—Con gusto remaría hasta Desembarco del Rey si pusiera fin a este ridículo desfile— luego se escuchó un cuerpo ser atravesado, las princesas voltearon y el niño salía victorioso de la contienda.

***

—Dicen que fue bueno.

—Un niño que bien podría ser mi hermano, quizá sea el futuro príncipe consorte.

—Entonces les fue bien.

—Lo hubieras visto— se emocionó Lancel, la dama se agarró de la orilla cuando el dragón voló tan cerca que casi vuelca el barco.

—Es Caraxes— se emocionó Alyssa—. ¡Súbanme al carajo!

—Ese no es lugar para una princesa.

—Al próximo que diga eso, le cortas la lengua— sentenció Alyssa mientras se quitaba la capa y subía.

Comenzó a caminar sobre la verga, tratando de contener el equilibrio, Quenya voló cerca, lo suficiente para lanzarse y que su majestuoso dragón dorado la atrapara. Lancel y Mía no fueron con ella porque las crías aun no eran tan fuertes para volar. Alyssa fue apretada por las garras de su dragón y llevada a volar lejos de la embarcación. Pronto Quenya volaba a la par que Caraxes y ambos jinetes se vieron. Descendieron a las afueras, lejos del bullicio y las miradas. La rubia corrió a los brazos del platinado.

—Alguien me extrañó.

—Ni una misiva tuya, incluso cuando te fuiste y no me llevaste a la batalla— sonrió irónica—, tenías que verte en aprietos para que perdieras el orgullo y me buscaras.

—Me dijiste que ya no contaba contigo.

—Eres un tonto— lo volvió a abrazar.

—Me gusta más "miserable", lo dijiste con tanta fuerza.

—Cállate— lo emujó levemente—. En tu cuervo dijiste que me darías todos los detalles a tu llegada.

—Y ahora no es el momento.

—Debemos ir a la ceremonia que celebrarán en tu honor.

Antes de cualquier cosa, Daemon la besó con pasión y ella se dejó guiar, enserio lo extrañaba y ambos lo sabían mientras maniobraban. Todos vieron hacia la puerta, murmuraban sobre la llegada del príncipe, hermano del rey, Alyssa quería esperar afuera e irse a limpiar la suciedad, pero su tío no lo permitió, sino que entraron juntos, de la mano, todos los voltearon a ver y exclamaron sorprendidos, había una senda hecha por el espacio que dejaban las personas entre ellas para conducirlos hasta su rey. Rhaenyra no vio con buenos ojos aquello, su tío Daemon dejó a la princesa junto a su hermana, besó la mano de Alyssa y siguió su camino. Lo que la menor no entendía, era que ese hombre ardía en deseos por ella y no por la futura señora de Roca Casterly.

—Añádela al trono— sacó el arma y la dejó caer.

—Usas una corona. ¿Te haces llamar rey?

—Una vez que derrotamos a la triarquía me nombraron rey del Mar Estrecho— dijo Daemon—, pero sé que solo hay un verdadero rey, majestad— e inclinó la rodilla. El rey volteó a su izquierda, Otto no emitió juicio con la mirada, Alyssa en cambio, sí—. Mi corona y los Peldaños de Piedra son suyos.

—¿Dónde está lord Corlys?

—Zarpó a casa, a Driftmark.

—¿Quién cuida de los Peldaños?

—Las mareas, los cangrejos, y dos mil corsarios muertos de la triarquía, empalados en la arena como advertencia a quienes sigan— el rey avanzó hasta su hermano para recibir la corona de sus manos, Otto avanzó para ver qué acontecía, Alyssa sonrió desde su lugar, orgullosa de aquel avance, aunque sabía que era en vano.

—De pie— y los hermanos se abrazaron—. El reino está en deuda contigo, hermano. Ven.

***

—Creí que irías a la celebración.

—No, es para Daemon y su victoria.

—Rhaenyra estaba igual, hablé con ella.

—¿Y qué tal?

—Me alegra que esté en casa.

—Gracias— ofreció un libro a su madrastra y ella lo hojeó—, no es importante ni fantástico, sino una ofrenda de paz, hasta que me vuelvas a provocar.

—O tú me provoques a mí.

—Quizá pueda leerle a Helaena en algún momento.

—Estoy de acuerdo— por primera vez en toda su vida, Alicent le sonrió.

—Alteza— entró Mía.

—¿Tienes mi infusión?

—Su majestad desea verla.

—Lancel, quiero que lleves estos libros a la habitación de la princesa Helaena, me pasaré por allí más tarde— el rubio salió luego de reverenciar—. Mía, prepara la habitación, me acostaré un rato después de la audiencia— la dama de compañía asintió—. Majestad.