LIII

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Visenya guardó todo y se dio un baño frente a Larys Strong, le sonreía al patizambo, saberlo de su lado, saber que tenía un aliado cuando estaba tan lejos de casa, de fuego de dragón, de su madre y su hermano Jaehaerys, quien sabía que no era el más amado, pero era la fuerza que ella tenía en ese momento de debilidad. Se secó las lágrimas que su acompañante ya descubría. El maestre entró para revisar su herida y, evidentemente, se abrió. Se apresuró a secarse mientras la volvían a curar, hasta que las puertas se abrieron de par en par y entró un dragón colérico.

—No volviste en toda la noche.

—Suéltame— empujó a Aegon.

—¡Responde! — comenzó a hacer presión en su cuello.

—Me hirieron.

—¿Quién te hirió?

—Yo— entró Aemond y vio a la pareja—, déjenos sólos, Larys.

—Él puede quedarse.

—Prefiriría que no— Aemond apenas y le dedicó una mirada, el patizambo reverenció a Visenya y salió.

—Salga, por favor— pidió al maestre

—Fuiste a mi pieza para dejar vía libre— esta vez él empezó a ahorcarla y, antes de que ella pudiera liberarse, Aemond la azotó al suelo y dio un puño sobre la herida.

—No puedes creerle— se arrodilló frente a su esposo.

Aegon iba a negar cuando Aemond puso su mano en el hombro de su cuñada, Visenya se puso de pie, tomó la mano del tuerto para que no se le escapara, de un movimiento lo jaló para azotarlo contra el suelo. Se le escapó el aire, ella tomó la daga que la hirió y la puso cerca del cuello. Aemond la empujó y cortó su pierna. Visenya lo abofeteó hasta tres veces antes de que él le devolviera el golpe, ella iba a quitarle la daga, Aegon les gritaba que pararan, Visenya soltó un sonoro quejido.

—Creí que con lo de ayer habías tenido— murmuró en su oído.

—No, no, no— lloró al sacarse la daga y hacer presión.

—Visenya.

—¡Trae al maestre ya! — la susodicha dio tantos puños al rostro como sus escasas fuerzas le permitían, tenía toda la intención de enterrarle el zafiro hasta el cebrero.

—Basta, por favor.

—Si mi hijo muere, ni Vaghar podrá salvarte— le escupió al tuerto.

—No lo sabía.

—¡Claro que no, idiota!

—Visenya— buscó a su esposa con la mirada.

—Por eso vine— se encogió de hombros antes de cerrarles la puerta.

***

—¿Qué has hecho? ¡Los cazarratas!

—Hice que los colgaran, el gusano que mató a mi hijo, confesó tener un cómplice. No sabía con seguridad cuál era, entonces...

—¡Idiota!

—Cuide como le habla a su rey.

—El rey es mi nieto, ¡y mi nieto es un tonto! ¡Es peor que un tonto! Asesinó a hombres inocentes.

—Y uno es culpable.

—¡Y los colgó de los muros de la cidad para que todos los vean!

—Conspira contra el rey y lo pagarán.

—¡Son padres, hermanos, hijos! ¡Sus esposas e hijos se reúnen en nuestras puertas para llorar y maldecir tu nombre! Con la sangre de tu hijo compramos su aprobación, con las lágrimas de tu madre hicimos un sacrificio amargo contra las futuras depravaciones. Y tú lo desperdiciaste. Después de todo lo que he hecho por ti, tonto desconsiderado.

—Al menos hice algo, no seré considerado débil.

—Incluso ahora, noticias de los monstruosos crímenes de Rhaenyra corren por el reino. Las grandes casas titubean, no pueden no estar de nuestro lado.

—Yo deseo derramar sangre, no tinta. Debemos actuar, sir Criston Cole ya lo hizo.

—¿Qué ha hecho Sir Criston Cole?

—Envió a sir Arryk a matar a Rhaenyra, será brillante.

—Que los dioses nos ayuden. ¿Accediste a esta... broma sin consultarme o al consejo? En lugar de juicio, demuestra impetuosidad y nos denigraste ante los ojos de nuestro enemigo. ¡Irreflexivo! ¡Insignificante! ¿Nunca piensas en tu padre?

—¡Al carajo! Quiero venganza. Mi padre está muerto.

—Y somos desafortunados por ello— por fin lo encaró—, él tenía razón sobre ti.

—El me hizo rey.

—¿Eso crees?

—Si no para qué usurpar a la perra que yace en Roca Dragón.

—¿Qué hace ella aquí? ¡Arréstenla!

—Vamos, inténtelo, Alyssa espera cualquier provocación para cortarte la cabeza, no te imaginas cuánto desea verte sufrir— le quitó el emblema—. No es más Mano de Aegon II Targaryen.

—Cachorro insolente, te crees muy listo, pero sin una mano fuerte a tu lado... que guía...

—Dásela a Cole— Visenya se indignó ante aquello.

—¿Majestad?

—En este momento, ha probado ser de más valor que cien ancianos. Mi nueva mano será un puño de hierro.

—Te vas a arrepentir— salió de ahí.

—Visenya.

—Le has quitado todo lo gratificante, debo ir a descansar.

—Pediré...

—Dile a tu Mano que no se me acerque.

Hija del trono de hierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora