Los autos estaban listos para comenzar la carrera. Habían sido cuidadosamente revisados. Los pilotos se encontraban ansiosos pues esa era una carrera importante: se jugaría la final del campeonato mundial. El piloto del auto rojo se llamaba Charles...
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Alex no puede amar con medio corazón.
Cuando ama, ama con todo su corazón y tal vez con las tres cuartas partes de su alma, dejando un pequeño espacio sólo para su insulsa existencia porque el amor que siente es demasiado grande.
Y ha sido así con George durante mucho tiempo. Ya que todo lo que conocían era un mundo con sus líneas borrosas por la velocidad a la que corren alrededor de la pista. Casi, ya que todavía están aprendiendo a caminar.
Saben caminar, sí, pero prefieren correr, o simplemente conducir; conducir hasta que ambos estén demasiado cansados para siquiera hablar, cuando están tan lejos del lugar al que están acostumbrados sabiendo que se sienten como vivir otra vida.
A veces hacen eso, se suben a un auto, con teléfonos, billeteras, pero sin un plan. Las vacaciones de verano suelen ser útiles con eso, por lo que se entregan a esta pequeña aventura, más como una oportunidad para pensar sobre la vida y lo que está por venir.
Es un buen momento para que Alex simplemente disfrute de la enorme presencia de George, desde sus ridículas mejillas altas y perfectas, hasta el largo de sus pestañas que a veces casi parecen tocar sus lentes de sol.
Alex solo mira durante largos minutos, ambos ya pasaron la fase de sentirse incómodos el uno con el otro, así que solo observa, memorizando cada línea en la cara de George cuando sonríe, y cuántos segundos tarda su sonrisa en desvanecerse después de una mala broma. Probablemente de cinco a diez segundos, considerando lo mala que fue la broma.
Y Alex está orgulloso de eso, de la oportunidad de simplemente existir alrededor de George, de viajar en su órbita porque se le permite, quiere, lo necesita para seguir existiendo. Tal vez sea dependiente.
George a veces señala a Alex mientras canta una canción que Alex no recuerda el nombre, probablemente sea una canción de Taylor Swift que Lily le envió una o dos veces, y Alex solo se ríe, echando la cabeza hacia atrás. Incluso con los ojos arrugados en las esquinas, puede ver cuán glorioso se ve George, casi fuera de este mundo, su majestad el sol en forma humana.
Cuando ocurren estos viajes por carretera, Alex está a cargo de encontrar el mejor lugar para comer. Por lo general, salen de la ciudad antes del amanecer, por lo que después de las nueve, Alex se está poniendo divertido (hambre), por lo que hacen la primera parada.
Toman el té, en silencio, con los codos sobre la encimera, mientras el mundo se desenrolla a su alrededor. La camarera habla con un amigo, ambos tienen bebés. El camionero tiene dolor de espalda, pero está feliz de que en unas horas estará en casa con su esposa. El gerente de la parada tiene mal gusto musical, por lo que elige mantener las noticias en lugar de una lista de reproducción de los 100 mejores.
