Los autos estaban listos para comenzar la carrera. Habían sido cuidadosamente revisados. Los pilotos se encontraban ansiosos pues esa era una carrera importante: se jugaría la final del campeonato mundial. El piloto del auto rojo se llamaba Charles...
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Se suponía que iba a ser un simple besuqueo, unos cuantos apretones de labios y un poco de manoseo inocente, pero de repente Lando se encontró de espaldas contigo a horcajadas sobre él en la cama de su infancia. Una sonrisa familiar se dibujaba en tus labios crudos y mordidos, una sonrisa que deletreaba travesura y que lo aterrorizaba y excitaba al mismo tiempo.
Llevabas manoseándole desde aquella mañana, pegándote a él y dándole besitos cuando nadie te veía, y la cosa fue a más cuando su hermana se pasó por casa de sus padres con su sobrina. Había sido como si alguien hubiera pulsado el interruptor en su interior, porque de repente se encontró enfebrecida por la necesidad de tener un bebé y aún más enamorada de su novio. Su interacción con el bebé no era algo que hubieras pensado que necesitarías ver, pero lo conseguiste y, maldita sea, fue lo más precioso que habías presenciado nunca.
La cena había sido una tortura para ti, no es que su familia no fuera literalmente el grupo más dulce con el que habías tenido el placer de relacionarte. Pero te habías sentado frente a Lando junto a la mesa, dirigiéndoos miradas que transmitían muchas cosas y luego todos os habíais trasladado a la sala de estar para ver una película.
Lando había dado por terminada la noche cuando tu cabeza empezó a decaer, cansada de un largo día de actividades y en realidad no te culpaba porque el tiempo había sido bastante caluroso hoy, rozando lo sofocante y él sabía lo agotada que te quedabas si pasabas demasiado tiempo al sol.
Su mente inocente había vagado por la cama, cómo te ibas a dormir y te despertabas a un nuevo día. Te las habías arreglado para lavarte los dientes y cambiarte, y luego le habías manoseado los hombros y le habías dado un beso que Lando no pudo resistir, dándose cuenta de que no estabas cansada en absoluto.
Así fue como se encontró mirándote, con los ojos muy abiertos en la penumbra y las manos tratando de agarrarte por las caderas. Pusiste una palma contra su pecho, sintiendo los latidos de su corazón mientras deslizabas la otra mano dentro de tus bragas para frotarte el clítoris; cualquier cosa con tal de aliviarte, aunque sólo fuera por unos segundos.
Lando se quedó con la boca abierta, sintiendo cómo se engrosaba en sus calzoncillos al ver cómo se te cerraban los párpados por el placer que estabas sintiendo.
"Joder". Se rió en voz baja, casi con asombro, y la sonrisa que le respondiste casi le hizo perder la cabeza. "¿Qué coño te pasa?".
Te moviste un poco hacia abajo, lo suficiente para bajarle los calzoncillos y los calzoncillos y liberar su polla. El aire frío que golpeó su piel caliente hizo que Lando levantara las caderas, hundiendo los dientes en su labio inferior, y tú lo agarraste suavemente con la mano.
"Tú, pronto, espero". Le respondiste, soltándole para lamerte ruidosamente la palma de la mano, y fue como estática en los oídos de Lando, que se quedó mirando, hipnotizado. "Llevo todo el día mojado".
No pudo articular palabra cuando empezaste a masturbarle, el resbaladizo tacto de tu saliva era como el paraíso y no se esforzó mucho por ahogar el gemido que brotó de sus labios. Tus ojos se abrieron un poco porque sabías que sus padres estaban en el dormitorio de al lado y no estabas segura de la insonorización de las paredes. Tampoco tenías muchas ganas de averiguarlo.
