Los autos estaban listos para comenzar la carrera. Habían sido cuidadosamente revisados. Los pilotos se encontraban ansiosos pues esa era una carrera importante: se jugaría la final del campeonato mundial. El piloto del auto rojo se llamaba Charles...
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Las galas benéficas no solían ser lo suyo. Si no hubiera sido por su novio, George, no habría estado allí. Pero, por desgracia, George no estaba por ninguna parte, y ella se estaba aburriendo de todas las conversaciones triviales.
No tenía muchos amigos en aquel ambiente. Podía nombrar a algunas personas, la mayoría simplemente conocidos, pero eso era todo. Lo único que sabía de esa gente eran las cosas aleatorias de las que hablaba George.
Suspiró, se levantó de su asiento y se dispuso a llamar al chófer para que volviera a buscarla, pero fue detenida en seco por una mujer mayor a la que no supo nombrar, tal vez una de las esposas de esos otros hombres de Wall Street.
"Eres la novia de George Russell, ¿verdad?", le dijo arqueando una ceja perfectamente depilada. t/n esbozó una sonrisa cortés.
"Depende de quién pregunte", bromeó. A la mujer no le hizo ninguna gracia la broma y enarcó las cejas.
"Yo soy, querida", le respondió.
"Oh", t / n se castigó internamente por lo desagradable que la mujer ya estaba con ella, "Sí, soy la novia de George Russell".
"Sabes, no estoy muy familiarizada contigo. ¿Quiénes son tus padres?"
"Créeme, no creo que sepas quiénes son mis padres", dejó escapar una pequeña risita.
"Oh, créeme, conozco a todos los que son alguien", presumió orgullosa la mujer.
"Mis padres no son exactamente de por aquí", explicó cuidadosamente mientras las cejas de la mujer se fruncían en confusión, t/n un rompecabezas que intentaba descifrar.
"Bueno, entonces, ¿Cómo acabasteis juntos George y tú?".
"Nos conocimos en un restaurante", explicó, una suave sonrisa se abrió paso en su rostro al encontrarse con el confundido -y claramente muy protegido- hombre en el grasiento restaurante, "Él necesitaba un poco de ayuda, y yo estaba más que feliz de ofrecer mi ayuda. Compartimos una comida e intercambiamos números".
"Oh, supongo que no he oído hablar de gente que se conociera así antes, eso es ciertamente algo", la mujer soltó una risa condescendiente, tal vez sólo acostumbrada a escuchar historias de gente a la que sus amigos o familiares tendían una trampa, algo común cuando se trataba de gente del mismo estatus en el que se encontraba George.
"Fue un poco espontáneo, supongo".
"Cierto, debes ser una chica muy afortunada entonces", dejó escapar una pequeña risa, sus ojos se desviaron hacia el pecho de t/n, donde colgaba un collar de diamantes, regalo de George, "¿Dónde dijiste que lo habías comprado?".
"Oh, no lo hice", t / n sacudió la cabeza, dejando escapar una risa nerviosa, "Dios, yo nunca sería capaz de permitirse algo como esto. George me lo regaló".
"Ah, chica muy afortunada", la mujer asintió con amargura, "Sabes, si yo fuera tú, no dejaría ir a George pronto si quieres mantener el estilo de vida que llevas ahora".
