𝓕𝓻𝓪𝓽𝓮𝓻𝓷𝓲𝓽é

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Allí estaba el campo verde, lleno de dientes de león y margaritas meciéndose con el viento

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Allí estaba el campo verde, lleno de dientes de león y margaritas meciéndose con el viento. La luz del sol empapó los tallos, rodó sobre la hierba y besó mi piel. El centelleo de las campanillas de viento de nuestra abuela, tintineando. El aroma del mar, el sabor de la sal bailando en lo alto del aire.

Podía escuchar a mis hermanos reír, empujarse unos a otros, empujar al otro al suelo. El sonido de nuestra madre regañándolos, la risa aullante de mi padre. Dijeron mi nombre, tirando de mis manos. No entendían por qué yo era tan pequeño, por qué no podía correr como ellos.

Yo tampoco lo entendí.

Dicen mi nombre otra vez.

Suena más débil.

El sol se enfría y la hierba deja de bailar. El rostro de mi padre se distorsiona y se desvanece en la nada.

"¿Señorita?"

Hay una mano en mi hombro, empujándome suavemente. Mis ojos se abren.

Hay una mujer que me sonríe, sus labios rojos muestran un deslumbrante conjunto de dientes blancos como perlas, "Aterrizaremos pronto".

Asiento, tratando de reprimir el bostezo que crece en mi pecho. Mis auriculares se han deslizado hasta mi sien y, con un gemido, los empujo hacia atrás. La luz de la cabina es demasiado brillante, me pongo la capucha más sobre mi cabeza.

Qué sueño más extraño.

Pasamos todo el verano con mi abuela. Corrimos por su espacioso patio trasero y nos encantó. Sentada alrededor de su mesa de vidrieras, contemplando los colores que brillaban a la luz de la mañana. Entonces éramos niños.

La ciudad no es más que un espectáculo fuera de la ventana. Rodeado por el mar resplandeciente, las nubes lo hacen parecer increíblemente lejano. Hogar.

(...)

Coger un coche fue más difícil de lo que esperaba. Normalmente, mi madre estaba más que feliz de recogerme, o habría enviado a uno de mis hermanos, pero todos llegábamos en diferentes momentos. No quería ser una carga para ella.

Las vacaciones de verano fueron una época gloriosa. Siempre conseguí unos días libres de práctica, siempre temía volver, pero nunca lo sacrificaría por nada. Mis hermanos siempre estaban felices de estar en casa, escondiéndose en la casa de nuestra madre antes de decirle a nadie que estaban en casa.

Nuestras vidas nos llevaron en diferentes direcciones, pero siempre encontramos el camino a casa cuando Mónaco nos llamaba. Miré las calles, los coches que pasaban zumbando y la gente bullendo en las calles. Este país no aburría, nos encantaba. Siempre volveríamos.

El viaje en auto es corto y antes de darme cuenta, estoy parado en las escaleras de nuestra casa. La puerta se abre antes de que pueda llamar, mis hermanos me miran fijamente y me arrastran hacia la casa que me espera.

One Shots ft. F1 Driver'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora