Los autos estaban listos para comenzar la carrera. Habían sido cuidadosamente revisados. Los pilotos se encontraban ansiosos pues esa era una carrera importante: se jugaría la final del campeonato mundial. El piloto del auto rojo se llamaba Charles...
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«¿Qué? No.»
«Sí».
Querías gritarle a tu madre pero no ibas a avergonzarla. «¡No me voy a casar con él!» Le levantaste la voz.
Ella levantó una ceja. «¿Cómo dices? Sí, te casarás».
«¿Me vas a decir por qué?». Cruzas los brazos sobre el pecho. «¿O tengo que llamar a papá y preguntarle?».
Tu madre suspira: «Habla con Charles, que es un buen hombre».
Aquí va ella poniendo excusas
«¿Un buen hombre?» No puedes creer las palabras que salen de su boca. «¿Un buen hombre para quién? Ese hombre es peligroso y siempre está pegando a la gente por dinero. No olvidemos que también utiliza a las mujeres».
Esto empezaba a parecer un maldito show de comedia. Tu madre siempre piensa que todos los hombres son buenos y tienen buenas intenciones. Tu madre nunca ve a través de la mierda de nadie.
«T/N, por favor.» Casi suena como si te estuviera suplicando.
Pones los ojos en blanco y frunces el ceño. «¡Bien! Hablaré con él pero el matrimonio no está a mi favor». Sales del despacho de tu madre y te diriges al salón.
Una parte de ti quería salir corriendo por la puerta principal y no volver jamás. Esto no era parte de lo que querías hacer hoy. Querías estar con tus amigos en Canadá para una agradable escapada de fin de semana, pero lo cancelaste.
Te sentaste en el sofá dejando espacio entre los dos. «Charles». Al principio no te atreviste a mirarle.
«T/N, necesito que empaques tus cosas». Se aclara la garganta.
Finalmente le miras desconcertada. «¿Para qué? No voy a ninguna parte con...» Él te interrumpe inmediatamente. «Te mudas conmigo y te quedas conmigo a partir de ahora».
Tus ojos se abren de par en par. «¿PERDONA? ¿OTRA VEZ?» Esta vez tu voz se hizo más fuerte que antes.
«Te mudas conmigo». Volvió a decir. «Un marido necesita que su mujer viva conmigo».
Tu corazón empezó a acelerarse mientras intentabas calmarte. «¡Joder, no! No me voy a casar contigo». Preferirías casarte con el mismísimo Mickey Mouse antes de pensar en casarte con él.
La mandíbula de Charles se tensó mientras inhalaba profundamente. «S/N, no seas tan dolor de cabeza ahora». Intentaba mantener la compostura en la medida de lo posible.
No te lo puedes creer ahora mismo. Quién en su puta cabeza se mudaría con él. Pensó que debía estar drogado o algo así.
«¡Serás mi esposa!» Sus ojos estaban fijos en ti. «¡Ahora ve a hacer las maletas!» Tu mandíbula se tensó mientras te levantabas del sofá y te dirigías directamente a tu dormitorio.
¡A la mierda mi vida!
No sabías lo que habías hecho para que te trataran así, con falta de respeto, pero tenías la sensación de que todo esto había sido idea de tu madre.
Guardando tu ropa en una bolsa de lona, oyes que llaman a la puerta. No te molestaste en contestar mientras escuchabas la puerta abrirse. «Cariño». Te dice tu padre.
Una lágrima recorre tus mejillas. «La odio. ¿Por qué me hace esto?» Te dejas caer en la cama y resoplas.
«Cariño, tu madre sólo quiere...» Le miras despacio y le cortas. «No me vengas con tonterías, papá. ¿Qué ha hecho?»
Tu padre se quedó en la puerta dudando cuando oíste su voz que venía de abajo. «¡T/N, vámonos!» Suspiras, metiendo rápidamente más ropa en tu bolsa de hello Kitty y levantándote de la cama.
«Nena yo...» Tu padre empezó a hablar. «Te quiero ok.»
Cerraste la cremallera de la bolsa y te la colgaste del hombro. «Ya no hay amor, papá». Saliste de tu habitación y ni siquiera te despediste de tu madre cuando Charles y tú salieron por la puerta.
Esta iba a ser tu nueva vida a partir de ahora.
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