Los autos estaban listos para comenzar la carrera. Habían sido cuidadosamente revisados. Los pilotos se encontraban ansiosos pues esa era una carrera importante: se jugaría la final del campeonato mundial. El piloto del auto rojo se llamaba Charles...
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El clima de Londres era típicamente el mismo durante todo el año: frío y lluvioso. Pero por alguna razón hoy el sol brilló sobre la ciudad de antaño y el vidrio centelleó bajo la brillante luz del sol.
Y por esa razón, decidiste llevar a Rusty a dar un paseo extra largo. El rottweiler adoptado trotaba alegremente a tu lado, deteniéndose de vez en cuando para oler y dándote la oportunidad de tomar un sorbo de café sin correr el riesgo de derramarlo sobre la sudadera azul marino y blanca que le robaste a tu novio. El anciano francés estaba parado afuera de su panadería fumando un cigarrillo, asintiendo con la cabeza cuando pasabas, su típico saludo a cualquiera que quisiera.
Rusty te dio un cabezazo en la pierna mientras sacabas las llaves del bolsillo de tu sudadera con capucha, el clima era demasiado frío para solo una camiseta. Pateó la puerta, impaciente, viendo que pasaban veinte minutos de la hora habitual del desayuno.
"Espera un segundo, ¿de acuerdo?" te quejaste, encontrando la llave e insertándola en la cerradura solo para abrir la puerta y encontrar a tu novio sonriendo. "¿Pierre? Espera, ¿por qué? ¿Qué?"
Se rió, tomó tu mano y tiró de ti dentro de tu apartamento. "Hola bebé. Te he extrañado también." Rusty ladró con fuerza. Pierre sonrió. "Hola a ti también, Rusty".
Estabas demasiado aturdido para hacer nada cuando él le desabrochó la correa y echó un poco de croquetas en su plato. Ayer por la noche había dicho que no regresaría a Londres hasta dentro de al menos una semana.
Como si leyera tu mente, se encogió de hombros. "Mentí. Quería sorprenderte".
Rompió el hechizo sobre ti.
No pudiste evitar sonreír mientras lo besabas, envolviendo tus brazos alrededor de sus hombros. Pierre te levantó y te dio la vuelta, su felicidad era claramente evidente mientras reías y metías la nariz en el hueco de su cuello.
Pierre se sentó en el sillón de felpa, arrastrándote a su regazo mientras lo ponías al tanto de lo que había sucedido en el último mes mientras él estaba fuera. Sus dedos frotaron círculos inactivos en la parte exterior de tu muslo, a la vez calmantes y distraídos. Presionó besos en tu hombro, más que feliz de escuchar tus divagaciones.
Una vez que finalmente terminaste, te pinchó la pierna. "Me preguntaba a dónde fue esa sudadera con capucha. Ladrón." Había una sonrisa en su voz, aunque trató de sonar disgustado. Ambos sabían que él no se retractaría, ni tenía el corazón para hacerlo, especialmente cuando estuvo fuera por tanto tiempo.
Poniéndote de pie, lo levantaste y lo llevaste por el camino a través de la cocina hacia tu dormitorio. Él estuvo aquí, contigo, por un período de tiempo que no sabías cuánto tiempo y estabas decidido a aprovecharlo al máximo. Se sentó en el borde de la cama ante tu insistencia, las manos posándose en tu trasero mientras te sentabas a horcajadas sobre él.
