Los autos estaban listos para comenzar la carrera. Habían sido cuidadosamente revisados. Los pilotos se encontraban ansiosos pues esa era una carrera importante: se jugaría la final del campeonato mundial. El piloto del auto rojo se llamaba Charles...
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Retrocediste para admirar tu obra. El pastel estaba torcido y el glaseado corría por los lados para acumularse en pequeños charcos en el tablero. "No creo que gane ningún premio con esto", dijiste irónicamente.
Lando echó un vistazo al pastel y reprimió una risita. Le lanzaste una mirada y trató de enderezar su sonrisa, pero estaba fallando. "Estoy seguro de que tendrá un gran sabor", dijo.
"Me gustaría verte hacerlo mejor", dijiste arrojándole un paño de cocina.
"Oye, sé que no puedo hornear", dijo tirando la toalla hacia atrás. "Es por eso que pedí tu ayuda".
"¿Por qué no contrataste a un profesional para hacer uno?" Tu preguntaste.
"Porque eso no vendría del corazón, ¿verdad?"
Lo miraste. "Le vas a decir a tu mamá que tú hiciste esto, ¿no?"
Su sonrisa lo decía todo. Agarraste el paño de cocina y comenzaste a torcerlo listo para azotarle el trasero. Lando corrió alrededor de la isla central de su cocina, riéndose y esquivando cada golpe que hacías. Intentó agarrar algo para tirar, y lo más parecido fue una bolsa de harina. Chillaste cuando golpeó contra ti, el contenido se hinchó para cubrirte de blanco cuando la bolsa cayó al suelo.
"Oh, mierda", dijo Lando tapándose la boca con la mano. "¡Ups!"
Seguía riéndose media hora más tarde, a pesar de su disculpa, cuando ambos terminaron de limpiar el desastre.
"Parezco un fantasma", gruñiste. Pellizcaste la tela de tu camiseta y dejaste que se rompiera. Un soplo de harina blanca apareció como una nube.
"Todo está en tu cabello también", dijo Lando. "Puedes darte una ducha si quieres. Te prestaré una camiseta para que te pongas.
Este tipo de payasadas no eran nada nuevo para ustedes dos. Habían sido amigos cercanos desde que eran niños, y eran conocidos por hacer travesuras todos los días. Ahora que Lando estaba viajando por el mundo en la cima de su carrera como piloto, no podías verlo tanto como solías hacerlo. Entonces, cada vez que tenían la oportunidad de pasar tiempo juntos, tendían a recuperar el tiempo perdido.
Te sentaste en la cama de Lando y te secaste el cabello con una toalla. Te había dejado llevar una camiseta y un par de pantalones de chándal que tenías que seguir subiendo hasta las caderas. Tu propia ropa estaba pasando por el lavado.
"¿Quieres ver una película, o algo así?" Preguntó. Encontró el control remoto y encendió la enorme pantalla plana en la pared opuesta al pie de su cama. Abrió Netflix y comenzó a desplazarse por las opciones de tendencias. "¿Qué te apetece, acción o un buen romance fangoso?"
Fingiste tener arcadas. "El romance está tan sobrevalorado", suspiraste.
