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El internado era una construcción imponente recubierta de tablas de madera pintadas con cal. Visto desde arriba, sus dos pisos debían formar una gran "L" plantada sobre una colina desnuda y rodeada por un inmenso bosque. Con el edificio principal colindaban dos construcciones más rústicas hechas con troncos: la bodega y la capilla. En el resto del terreno había, por un lado, un huerto pobre y, por el otro, un patio de recreo ocupado de a poco por un cementerio improvisado. Todo estaba rodeado por altas rejas metálicas que los sacerdotes habían mandado instalar. Un solo portal, cerrado siempre con llave, daba a un camino que conducía al sitio donde se cortaban los árboles y, más allá, a la libertad. En la planta baja se encontraban los salones de clase, el refectorio y la cocina, y allí, la vista la tapaban grupos de árboles, en su mayoría coníferas. Pero desde el primer piso, donde estaban los dormitorios y las recámaras de los sacerdotes y de las hermanas, había una vista inmejorable del follaje, una inmensidad verde o blanca, danzante o estática, según la estación del año. Para la mayoría delos internos, este paisaje resultaba angustiante, pues parecía hecho a propósito para desalentara los que quisieran fugarse...

Para mí, al contrario, representaba el único refugio posible.

Durante la segunda lección de la mañana me instalé al fondo del salón, junto a la ventana.Desde ahí podía evadirme contemplando el bosque. Esperaba con ansias que llegara la tarde para encontrarme en el portal con Sansón y juntos, dirigirnos al bosque. Sansón era leñador y su aspecto físico correspondía a su sobrenombre: dos metros de alto, una cara imberbe y una cabellera roja impresionante que caía sobre sus hombros anchos. Nadie, ni siquiera Séguin, conocía su nombre verdadero, y por esta razón corrían varias leyendas sobre él. La más común de- cia que mucho tiempo atrás había matado a alguien y que había venido a esconderse en este lugar recóndito para que se olvidaran de él. A dos kilómetros rumbo al norte se hallaba su cabaña y alrededor, los talleres al aire libre donde se cortaba la madera. A veces él decía que elbosque nos necesitaba para no convertirse en un lugar intransitable. La otra verdad era que los sacerdotes lo empleaban para mantener caliente el interna- do y dar algunos cursos de carpintería.

– ¡Número cinco!

– Sí, hermana.

– ¡Contesta la pregunta que acabo de hacer!

Todos los alumnos voltearon a verme. En la mirada de algunos podía leer su deseo de que me castigaran.

– Sí, hermana. El círculo de centro O y de radio R es el conjunto de puntos del plano situados a la distancia R del punto O.

Cuando escuchó mi respuesta, la hermana Clotilde torció un poco la boca y arrugó sus ojillos detrás de los lentes con forma de medialuna. Sonreí por dentro. Sabía que ella soñaba con castigarme, y ese tipo de ridículas victorias me ayudaban a seguir adelante.

Estoy dentro del círculo. Ustedes están dentro del círculo. Estamos dentro y damos vueltas en él. Pero justo dentro de dos meses al fin podré salir, y espero no volver a verlos nunca, hermana. 

Lagrimas de BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora