La cólera del cielo estalló en forma de un gran torrente de agua. Seguimos corriendo. Nossentíamos aturdidos por el frío y por las agujas plateadas que caían sobre nuestras cabezas,pero no paramos de correr. Y cuando la noche tiñó con su tinta las brumas de la tarde,seguimos corriendo sobre la tierra esponjosa. Al principio sentíamos que nos asfixiábamos yque los músculos de las piernas nos ardían. Pero al cabo de un rato, sobrepasamos el dolorhasta el grado de perder la noción del tiempo...
Por desgracia, un ser humano no puede correr eternamente. Sobre todo, sin alimento y sinmás líquido que las gotas de lluvias que anidan en los pliegues de sus labios.
Yo sabía que los cazadores estaban mejor equipados y mejor nutridos que nosotros.
Y tenían a sus perros.
Sus ladridos finalmente se aproximaban y resonaban a nuestro alrededor, lo cual nos dabala impresión de que el bosque entero ladraba.
– ¿Estamos perdidos? – me preguntó Gabriel.
La respuesta era evidente. No veíamos ni a dos metros de distancia.
– La lluvia va a disimular nuestro olor. Debemos ocultarnos para recuperar fuerzas – dijedecidido.
– Buena idea. Pero ¿dónde? – me dijo Gabriel abriendo los brazos frente a la inmensidad delbosque.
Le señalé un árbol hueco que podía abrigarnos a ambos si nos manteníamos de pie.
No era lo ideal, pero en ese momento era nuestra única opción.
Entramos uno después del otro y nos pegamos a la corteza húmeda para à recobrar larespiración poco a poco. Las ropas mojadas nos hacían temblar de pies a cabeza. A nuestroalrededor el tamborileo violento de la lluvia sobre la tierra no presagiaba la calma.
A esta hora en el internado, nos ponemos los pijamas y nos deslizamos bajo las cobijas.
A esta hora dejo que mis músculos se distiendan y que mi espíritu se relaje.
A esta hora, mentalmente entro en el bosque y con la imaginación visito todos sus rincones.
En cambio, estaba con los pies en el lodo, mojado hasta los huesos, con la cara embarrada de lasangre del zorro y la nariz saturada del olor a humus. Sentía miedo, hambre y frío, pero iba enbusca de mi libertad.
Un jadeo cerca de mí interrumpió mis pensamientos.
Le apreté el brazo a Gabriel para advertirlo: ¡uno de los perros andaba justo ahí, detrás deltronco!
No moverse. No temblar. No respirar.
Sentí una fuerte punzada en el corazón y contraje los músculos de la cara para que no metemblaran las mandíbulas, Esperé que Gabriel hiciera lo mismo...
– ¡Tifus! ¿Encontraste algo? – ladró la voz de Gordias.
– Carajo! ¡Dos indios de mierda no lograrán escapar de nosotros! Esa era la voz enfurecida de Moras.
– ¡Te aseguro que de una forma o de otra atraparemos a esos salvajes! – añadió.
Bajo mis dedos podía sentir el temblor de Gabriel. Hacía rato que aguantábamos larespiración y ya no podríamos resistir mucho más. ¿Pero qué podíamos hacer? En ese instanteTifus ladró y se escuchó un disparo cerca. El disparo que penetró en nuestros oídos nos hizorespirar.
– ¿Le diste?
– ¿Quién crees que soy? ¡Por supuesto que le di! ¡Anda, Tifus, ve y trae nuestra cena! – leordenó Gordias a su perro.
Y después, los ruidos de los pasos y los jadeos se alejaron. Esta vez,por un pelo y...
ESTÁS LEYENDO
Lagrimas de Bosque
Novela JuvenilEsta historia no es mía todos los derechos a su autor en realidad le quiero dar popularidad aquí a la autora Nathalie Bernard la verdad esta historia me encanto bástate espero que les guste. Jonás acaba de cumplir dieciséis años, lo que significa qu...