Un poco antes del amanecer, los internos despertaron bruscamente por la llegada de unvisitante poco habitual: Sansón. Era raro que el leñador entrara en el establecimiento y, a pesarde que todos sabían de su existencia, algunos lo veían por primera vez. Como de costumbre,sus botas estaban enlodadas y traía el fusil al hombro. Su larga cabellera rojiza le caía encascada sobre el abrigo de pieles, y con sus ojillos verdes bajo las cejas pobladas, serio,examinaba las camas.
– ¿Dónde está el número cinco? – rugió al entrar en nuestro dormitorio.
Ya sabe, lo ha descubierto todo, pensé inmediatamente y sentí cómo se me contraía el estómago. Los más pequeños se quedaron petrificados. Los grandes se atemorizaron, sobre todoGabriel que me lanzó una mirada llena de desesperación.
– ¡Ah! ¡Aquí estás, Jonás! ¡Vístete en seguida y ven conmigo!
Ante las órdenes de Sansón, salí de la cama y cogí mi ropa. Al ponerme el pantalón, notéque no estaba seco. Esperé que no lo notara mi capataz...
Unos minutos más tarde, escoltados por Bella, caminábamos de prisa en el frío. La perra, queno tenía idea de lo que ocurría, husmeaba contenta el aire de la mañana. Yo por mi parte mesentía mal, y para rematar, mi estómago era como una puerta abierta al frío, Me rugióescandalosamente y no pude evitar estremecerme.
– Tomando en cuenta lo que sucedió ayer, apuesto a que no les dieron de comer – dijoSansón y me ofreció una tira de carne seca.
Se lo agradecí con una leve sonrisa y mastiqué con gusto la carne.
¿A dónde me lleva?
¿Y por qué sólo a mí?
– ¡No pongas esa cara! No nos tomará mucho tiempo porque ya tengo alguna idea – meanunció como para confirmar mis temores.
Moría de ganas de preguntarle: ¿Alguna idea de qué?, pero era una pregunta estúpida. Locomprendí en cuanto nos dirigimos al lago. A partir de ese momento, sentí una opresión en elcorazón. y cada uno de sus latidos me hacía entender que yo iba en sentido contrario a lo quemi instinto me dictaba, y que era: HUYE.
Mientras avanzaba por el camino, tuve tiempo de pensar en cómo las cosas se habíandesarrollado y finalmente llegué a la conclusión de que era un idiota. En lugar de estar en esasmíseras circunstancias, ¡tendríamos que haber huido! Ahora Sansón me enfrentaría a miresponsabilidad, y de una forma u otra, yo iba a pagar las consecuencias...
A unos cuantos pasos del lago, Bella se mostró tan agitada que Sansón la dejó que corriera pordelante. Detrás de los árboles, el alba teñía el cielo de rojo y púrpura. El clima mejoraría otravez. Desgraciadamente yo veía más cerca la probabilidad de dormir esa misma noche en laoscuridad húmeda del calabozo, o peor aún, de la cárcel estatal...
– ¡Mira! – me gritó señalando el agujero. Raro que la grieta me pareciera más sombría bajola luz diurna. Con los labios sellados, lo seguí hasta el borde de la cavidad.
– ¿Qué crees que sea, Jonás? ¿Un ciervo o un hombre?
No quería mentir, pero no podía decir la verdad. Sólo encogí los hombros.
– Yo diría que ya sea uno u otro, es una locura caminar por aquí en esta época del año – dijoSansón removiendo el fondo del agua con una vara larga.
No es una vara de madera... ¡Es el bastón de Séguin!, noté y sentí un fuerte espasmo en elestómago. ¿Por qué lo tiene él? Estoy seguro de haber visto cómo se hundía en el lago...

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Lagrimas de Bosque
Teen FictionEsta historia no es mía todos los derechos a su autor en realidad le quiero dar popularidad aquí a la autora Nathalie Bernard la verdad esta historia me encanto bástate espero que les guste. Jonás acaba de cumplir dieciséis años, lo que significa qu...