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La luna ya estaba en el cenit. Cubría el paisaje con una luz lechosa que parecía sofocar todo loque estuviera vivo. Mal que bien, corríamos sobre el suelo encharcado, evitando las manchasoscuras, cuidándonos de los agujeros de agua helada y de las sombras furtivas. Por desgracia,no sólo nosotros habíamos escuchado el llamado del tren. Muy pronto los ladridos de losperros se reanudaron a nuestras espaldas y nuestros espíritus fatigados imaginaron que unasmandíbulas enormes chasqueaban detrás de nosotros, como si nos persiguieran cuatrowendigos.

Criaturas sedientas de sangre humana.

Monstruos caníbales que sólo nos soltarían hasta haberse hartado de nuestra carne.

Los ladridos que se escuchaban lejanos pronto se aproximaron y también se dispersaron. Nossentimos aliviados al creer en un principio que los perros habían perdido nuestro rastro. Masla jauría se había vuelto a juntar y su coro cacofónico se acercaba otra vez.

– ¡Otro río! ¿Qué hacemos? – gritó Gabriel de pie frente a las aguas rugientes.

El deshielo había sido increíblemente veloz y a pesar de que la temperatura del agua seguíasiendo muy fría, todos los bloques de hielo se habían derretido.

– ¡No tenemos otra más que saltar! – dije con voz lo suficientemente fuerte parasobrepasar el ruido.

– ¿Estás chiflado?

– ¡Es nuestra única oportunidad! ¡El agua nos hará invisibles y la corriente nos llevarácerca de los rieles! 

 – ¡Nos ahogaremos!

Desde la orilla se podían ver corrientes anárquicas que mal- trataban al río como si fuerademasiado pequeño para ellas. El agua enfurecida formaba charcos a nuestros pies y nossalpicaba como si tuviera prisa por llevarnos con ella.

¿Y ahora? ¿Ahogarnos o morir acribillados? 

La elección fue rápida. Me colgué el arco en el hombro y deslicé las flechas entre mi muslo y elpantalón. Tomé a Gabriel de la mano y lo obligué a saltar al agua junto conmigo. El choquedel frío fue brutal. El agua estaba mucho más helada de lo que me esperaba. El frío contraíanuestras venas y pronto haría lenta la circulación. No debíamos quedarnos demasiado tiempoahí dentro, justo lo necesario para avanzar un poco...

Nos agarramos como pudimos de un viejo tronco y la corriente nos llevó justo en elmomento en que los perros aparecieron en la orilla. De nuevo se escucharon los disparos ycolorearon la noche con breves destellos naranjas. La luz nocturna no les ayudaba a loscazadores y las balas silbaban por encima de nuestras cabezas. Pero pronto uno de ellos saltótambién al agua.

Era Moras.

¡Ese demonio estaba dispuesto a arriesgar su vida con tal de atraparnos!

Su cara, de unblanco espectral, aparecía y desaparecía entre los remolinos. Avanzaba rápido hacia nosotros,con su cuchillo entre los dientes. Yo traía el arco y las flechas por lo que no tenía ningunaoportunidad de escapar nadando, y Gabriel, agarrado del tronco, parecía estar petrificado.

Cuando el cazador estuvo a menos de dos metros, decidí soltarme de nuestra plancha desalvamento.

Gabriel se alejó con ella y Moras se aproximó.

Estaba a un metro cuando vi que agarraba su cuchillo,

Un wendigo....

Lanzó su brazo hacia mí e intentó herirme, pero falló por poco. Con rabia, igual que un perro,golpeaba con furia el agua y erraba. ¡Parecía un loco queriendo matar al río!

Pero lo que Moras no sabía era que yo también tenía un cuchillo,

Desaparecí en medio de un remolino. El cazador debió creer que me había herido y meestaba ahogando. En realidad, dos brazadas me bastaron para tocar fondo. Remontéimpulsándome fuertemente con los talones puestos en el lecho del río y con el cuchillo, apuntéhacia la sombra oscura que se agitaba en la superficie. La hoja se resistió un poco al contacto dela piel y después penetró profundamente en la carne.

Su grito a través del agua era como el de un monstruo; y en cuanto saqué la cabeza fuera,el grito se amplificó extraordinariamente. Por un instante mi mirada se cruzó con la delcazador y pude ver en ella, por primera vez en seis años, un terror absoluto. El mismo terrorque él anhelaba ver en las bestias que cazaba sin tregua... 

Lagrimas de BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora