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De haber seguido los consejos de Sansón, me habría bajado en el poblado siguiente para tomarel tren que iba hacia el sur. Me habría podido ocultar en los bosques que conocía como lapalma de mi mano... No obstante, yo tenía otros planes y para llevarlos a cabo debía seguir enel tren hasta la parada final, es decir, bien al norte.

Los grandes pinos que tamizaban la luz pronto fueron reemplazados por árboles enanos,por arbustos. El calor del sol cayó sobre mis hombros fatigados. Nunca me imaginé que el solestuviera tan alto y fuera tan caliente en el Gran Norte, y pronto descubriría que casi nunca seocultaba, al menos durante el verano...

Estaba totalmente agotado cuando entré a la reserva. Vi a cinco hombres sentados afuera deunas casas endebles pero pintadas de hermosos colores. Intenté comunicarme con ellos en milengua original. Las palabras me salían con dificultad. Las sentía en el fondo de mi ser, perotenía que ir a buscarlas tan lejos que me tropezaba a cada rato. Los hombres, intrigados, meescuchaban balbucear. Luego de un rato abrieron mucho los ojos y se rieron amistosamente.Pero uno de ellos captó el nombre que yo repetía, porque asintió con la cabeza varias veces yseñaló con su índice hacia el final del largo camino que atravesaba la reserva. Luego de darlelas gracias con una sonrisa, me dirigí con paso lento hacia la casa que él me había indicado.

Los últimos metros fueron los más difíciles. Cuando estaba a punto de llegar, sentí hastaqué punto estaba exhausto. A pesar de eso, llamé a la puerta con golpes firmes.

Unos segundos después, un hombre con las sienes canosas apareció en la entrada.

No dijo nada al verme. Yo tampoco.

Durante un momento me observó en silencio como intentando ver en mí el rostro dealguien más. Finalmente, quizás por lo que pudo leer en mi rostro, pero más bien por el collarde hueso que llevaba alrededor del cuello, se apartó para dejarme entrar.

Cuando entré, le hice la pregunta que había estado repitiendo mentalmente en mi lenguamaterna las dos últimas horas:

– ¿Dónde está la recámara de Gabriel?

Al escuchar el nombre de su hijo, asintió y me llevó a la habitación. La recámara olía alimpio y la cama estaba tendida del Debía haberla limpiado a fondo en espera regresoinminente de Gabriel... Con un gran peso en el corazón, me arrodille golpeé el piso variasveces con el puño cerrado y levanté una de las duelas. Su padre, que seguía guardando silencio,vio cómo metí la mano en el agujero y saqué un objeto.

Era cierto lo que me habías contado, hermano.

Se trataba de una hermosa pipa, obviamente antigua, tallada en marfil y minuciosamentedecorada. Los motivos que la adornaban eran un cazador armado con arco y flecha tras un osoCuando la tuve en mi mano, temblé de emoción. Por su lado el padre de Gabriel se veíatotalmente perturbado.

– Su hijo fue... valiente. Él me salvó la vida – dije final mente, como pude.

Mi lengua estaba empolvada y el dialecto inuit no era igual que el nuestro. A pesar de ello,tenía ganas de contarle tantas cosas...

Quiero que sepa que su hijo me salvó la vida.... Mientras iba en el tren y después, mientras caminabahacia la reserva, pensé mucho en lo que había sucedido y llegué a esta conclusión:

A su manera, Gabriel luchó con más ahínco que todos nosotros. Lo hizo al rechazar toda enseñanza,y al convertirse en el muchacho que nadie quería llevó a cabo una rebelión pasiva. Todos creímos que eraun cobarde, pero no habíamos entendido nada. En el fondo, fue él y sólo él quien respondió a la peticiónde Lucía de eliminar a quien la había hecho sufrir hasta lo indecible. Fue él quien mató a la Víbora...

Esto era lo que me habría gustado contarle al padre de mi amigo, y mucho más. En lugar dehacerlo, sólo le entregué su pipa. La tomó con manos temblorosas, la apretó contra su corazóny cerró los ojos. Así pasaron unos minutos y después me abrazó durante largo rato. Ese gestoprovocó que los ojos se me llenaran de lágrimas. En realidad, hacía seis años que nadie meabrazaba y ese calor humano repentino casi me provoca un desmayo...

El padre de Gabriel me sostuvo con fuerza y me llevó a la habitación principal de la casa.

Me indicó que me sentara a la mesa, abrió un armario y destapó una cerveza que puso frente amí. Como yo no la toqué siquiera, él se la bebió toda de un solo golpe. Luego cerró los ojos unmomento, volvió a abrirlos y me miró fijamente como para asegurarse de que yo no era su hijo.

Me quité el collar que Gabriel había recuperado de la caja de la hermana Clotilde y lo pusedelicadamente sobre la mesa, frente a él. Lo miró largo rato y puso la mano sobre él. Enseguida lo deslizó de vuelta hacia mí y con la cabeza me indicó que me lo volviera a colgar delcuello.

 Después de esto se levantó para prepararme un plato bien lleno de pescado crudo quedevoré sin hacerme del rogar. Añadió al plato un trozo de pan bannock bien caliente y se sentófrente a mí para verme comer. ΕΙ pan estaba delicioso.

El padre de Gabriel no paraba de llorar. 

A pesar de ello, me miraba sonriente.  

Lagrimas de BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora