Guiado por los silbidos de la locomotora, bajé la pendiente. corriendo, me derrapé y caí variasveces en el lodo antes de vislumbrar las vías. No había visto ningún tren desde que habíallegado al internado, o sea, seis años atrás Bajo la luz del crepúsculo, era como estar en unsueño y regresar al pasado. Sólo que esta vez, era mi futuro lo que estaba en juego... El ojo amarillo de la locomotora apareció en la lejanía. La gran bestia metálica venía veloz,serpenteando entre los árboles, ¡y no me iba a esperar! A pesar de las suelas de mis zapatos quese pegaban al lodo, a pesar de la angustia que me atenazaba las entrañas, a pesar de mismúsculos fríos, hice acopio de todas mis fuerzas para correr lo más rápido que pude.
¡Ya casi!
¡Ya casi llego!
Pero tan sólo a unos metros de la famosa curva que era mi meta, una voz grave e imperiosa meinterpeló:
– ¡NO TE MUEVAS, JONÁS!
Conocía esa voz. Sí... la conocía, ¡de memoria! ¿Cómo había hecho? ¿Cómo era posible? Y,sin embargo, no era tan asombroso... Mi fogata había ardido durante cuatro días completos.Durante esos cuatro días, había sido el señalamiento de dónde me ubicaba...
Muy despacio, cogí mi rifle.
– NI LO PIENSES!
Solté el arma y me volteé lentamente para descubrir el rostro duro de Sansón. Ahí estaba elleñador frente a mí, bien plantado en sus dos piernas y con el cañón de su rifle apuntandodirecto a mi pecho. Su barba crecida bajo sus ojos color de bosque era indicio de que llevaba losmismos días que yo en aquellos parajes. Pero entonces, el ruido de esos pasos... esos crujidos... No se trataba del gemelo ni del oso ni de un wendigo...
– Reconozco que diste buena batalla – me dijo con su voz neutra, tan característica.
El peso del fusil me quemaba el hombro y las gotas de sudor que perlaban mi frente meescurrían por las sienes hasta el cuello. No soplaba el aire y la luz violeta del cielo pesaba porencima de nuestras cabezas. Sin quitarle la vista de encima a Sansón, yo seguía pendiente de lallegada de la locomotora.
– Pero cometiste el error de dejar a uno vivo... ¿Sabes que podría haberte matado encualquier momento? – añadió.
No contesté.
¡Lo único que importaba en ese momento era que la locomotora ya casi estaba allí! Segúnmis cálculos, en menos de un minuto estaría frente a mí. Y de una forma u otra, yo no pensabaregresar con mi capataz al internado.
Acaricié la piedra que había deslizado en la bolsa de mi abrigo.
De nuevo Sansón captó el movimiento de mi mano.
Vi que su dedo se apoyaba en el gatillo y temí que todo acabara de esa forma. No obstante, élbajó el arma.
– Escúchame bien, Jonás. En este momento tanto Moras como Cilas están heridos...
¿Cilas?
– ...pero en cuanto se recuperen un poco, ¡puedes estar seguro de que te van a perseguir hastael último momento, como a un animal! Así que si puedo darte un último consejo...
La locomotora silbó repetidas veces, como para prevenirnos.
– ¡Haz como yo! ¡Vete! ¡Lo más lejos posible, escóndete en el bosque! – gritó para hacerseescuchar sobre el ruido de la locomotora
El paso del tren ya era inminente. ¡Era ahora o nunca! Tomé vuelo e hice el sprint másgrande de mi vida.
Detrás de mí escuché a Sansón gritar:
– ¡Y PENSAR QUE QUISIERON MATAR AL INDIO EN EL NIÑO! ¡PUESFALLARON!
La locomotora bajó la velocidad para entrar en la curva, y yo aproveché para pescarme confirmeza de la puerta entreabierta de un vagón de carga y saltar dentro.
De pie en el estribo, localicé con la vista a Sansón. A pesar del rugido de los pistones,escuché que me decía esto último:
– ¡BUENA SUERTE, MUCHACHO!
Mientras me alejaba en el tren, me invadió la emoción. Era una gratitud sin límite hacia elgigante pelirrojo que poco a poco se borraba en el horizonte, invisible como cuando contuvo aCilas para permitir que yo enterrara a Gabriel...

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Lagrimas de Bosque
Teen FictionEsta historia no es mía todos los derechos a su autor en realidad le quiero dar popularidad aquí a la autora Nathalie Bernard la verdad esta historia me encanto bástate espero que les guste. Jonás acaba de cumplir dieciséis años, lo que significa qu...