Afuera 1

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Después de la muerte de Lucía, la cuenta regresiva de los días ya no tuvo importancia para mí.Por supuesto, yo sabía que sería mayo y que ya sólo faltaban treinta días para mi liberación,pero me importaba poco. De ahí en adelante, estaba pronto convencido de que el invierno seríaeterno y que el frío y la bruma me acompañarían por todas partes durante todas las estacionesdel año. En aquella primavera supe que el sol puede brillar por encima de nosotros sincalentarnos el corazón.

Era pasado el mediodía. El sol brillaba en el bosque y, después de la última nevada, los árbolesrenacían. Gabriel estaba encargado de ordenar la bodega, y los cazadores se habían marchado arevisar sus trampas. Sansón y yo, a ambos lados de un tronco, estábamos ocupados en derribarun gran pino que debía servir para fabricar el ataúd del padre Tremblay. Era nuestra últimatala antes del deshielo y quería que fuera perfecta. Luego de eso ya no trabajaría más con él. Miúltima misión en el internado sería cavar las tumbas definitivas y arreglar el huerto. Despuéssaldría de ese infierno.

Un poco más allá, Bella roía un hueso y nos miraba fijamente con sus bellos ojos azules queparecían tallados en el hielo. Frente a mí, Sansón se veía muy concentrado. Nos alternábamospara dar hachazos en el centro del tronco, y cada impacto resonaba en el bosque. A pesar delfrío, las gotas de sudor escurrían por mi espalda. Golpeábamos con fuerza, y cada vez que elhacha entraba en el tronco, soltábamos un grito...

Llegó el punto en que nuestros cortes se encontraron. El árbol se partió en dos y emitió unlargo crujido antes de caer pesadamente sobre el suelo con gran estruendo. Bella ladró y corrióhacia nosotros dando saltos de júbilo. Satisfecho, Sansón le acarició el cuello y se limpió lafrente con el revés de la manga. A causa del frío, sus labios despedían un vaho blanco. De todosmodos, encendió un cigarrillo.

Ya había notado que le gustaba fumar después de un gran esfuerzo.

Ese día, tal vez porque era uno de los últimos momentos que pasaríamos juntos, me pasó sucigarrillo. Lo tomé sin saber realmente si tenía ganas de fumar, lo coloqué entre mis labios y ledi una calada profunda. El humo me picó en la garganta y en la nariz y me hizo toser. En lugarde burlarse de mí, como habrían hecho los cazadores, Sansón dejó que le diera otra ca- lada quelogré retener en los pulmones sin ahogarme.

– ¿Ya decidiste lo que vas a hacer después? -me preguntó de repente

– No, aún no.

A decir verdad, no me importaba en lo absoluto. Desde que Lucia había muerto, todo medaba igual, incluso salir de allí. Quizá Sansón lo entendía. En todo caso, era la primera vez queme hablaba del futuro...

– Si quieres ser leñador, podría darte trabajo – me propuso y retomó su cigarrillo.

– Gracias. Lo pensaré.

– También entiendo que no te interese quedarte por aquí más tiempo – dijo colocando elcigarrillo entre sus labios y comenzó a cortar las ramas del árbol mediante golpes pequeños. Después de esa pausa me puse a trabajar a su ritmo.

Quitamos las ramas de la parte superior del árbol y después cortamos el tronco en dosgrandes bloques que llevamos al remolque. Sansón los cubrió con una lona para protegerlos dela humedad y fue por la mula. Esos dos pedazos del tronco recostados bajo la lona meremitieron de inmediato a nuestros muertos. Me parecía tremendamente injusto que losinternos sólo tuvieran derecho a un cobertor agujerado por las termitas a manera de mortaja ya un número puesto sobre una estaca. La imagen de Lucía ahí en la tierra, sin ningunaprotección, me obsesionaba.

– Sé en quién piensas, y hubiera querido que tallaras otro ataúd – me dijo de pronto Sansón.

Y mientras enganchaba la mula, añadió:

– ...por desgracia, eso no depende de mí.

Yo únicamente asentí sin atreverme a decir lo que pensaba. Para contener mi enojo, me pusea quitar las ramas más gruesas.

– ¡Me da la impresión de que ya no me necesitas! Cuando termine mi entrega te mandaré lamula. Llevarás toda la madera cortada a la bodega – me dijo, antes de alejarse tomando a lamula por las riendas y con Bella tras de él.

– Eso significa que puedo regresar solo? – pregunté extrañado.

Sin siquiera voltear a verme, Sansón alzó un pulgar en el aire. Tuve la esperanza, aunque noestaba muy convencido, de que ese momento de soledad en el bosque sirviera para recuperarmeun poco....  

Lagrimas de BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora