D - 45 (¿?)

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Esta vez, al escuchar el ruido del cerrojo, entrecerré los ojos antes de que penetrara la luz.Esperaba que el hermanito de Lucia entrara con un plato caliente. Me decepcioné cuandoapareció la cara blanca y demacrada del padre Séguin. Señaló mi estómago con su bastón y mepreguntó con voz neutra:

– Y bien, número cinco, ¿te recuperaste de la borrachera?

Me limité a afirmar con la cabeza.

– Tuviste suerte de que el número cuarenta y dos te trajera hasta aquí! Sigue haciendo frío allá afuera y de no haber sido por él ya estarías con tus camaradas del otro lado de este muro – dijo dando un golpecito en la pared.

Me estremecí

Si Gabriel me trajo, ¿por qué no está también él encerrado?

– ¡Qué idea ésa de robarles a los cazadores una botella de alcohol! Confieso que no te creía capaz de tal cosa.

–Pero si no fui yo quien...

– ¿Dices algo, número cinco? ¡Creí que te habías quedado mudo luego de tu primer encierro en el calabozo!

¡Podría agarrar su bastón y romperlo en dos! ¡Podría amenazarlo para que deje en paz a Lucía!

Tragué saliva. El sacerdote se inclinó hacia mí. Podía oler su aliento agrio.

– Bien podría haberte dejado aquí otros dos días, pero un nuevo drama tuvo lugar allá arriba y necesito tus brazos...

Sin más explicación, la Víbora se enderezó y desapareció en había el corredor dejando lapuerta bien abierta. Las sienes me empezaron a latir fuertemente. Pensé en el grito que habíaescuchado la otra noche. Para asirme de algo, miré mi reloj y sin siquiera ver la hora, le dicuerda como para conjurar al destino Los oídos me zumbaban por la angustia que sentíacuando sal de la celda a paso lento. Un tanto mareado, atravesé el corredor subterráneo. A mipaso, sentí una corriente de aire fresco y noté una pequeña ventana abierta en el basamento.Por allí entraba una extraña luminosidad verde, tan extraña que pensé que tal vez seguía bajolos efectos del alcohol... Me acerqué y me extraño constatar que daba directamente al bosque.Fascinado, me quedé un momento observando los primeros grupos de árboles de los linderos.


Todo estaba verde.

Los árboles, el cielo, el suelo...

Y aquel verde me atraía como un imán.

¿Acaso Séguin me está poniendo a prueba?, me pregunté mientras abría la nariz para respirarla esencia de los pinos.


Pero no podía escapar ahora.

No cuando faltaba un mes para mi liberación.

No en ese momento en que Lucía me necesitaba más que nunca.

No pensé más en ello y dejé que mi cuerpo se diera media vuelta para penetrar en lasentrañas del internado. Vi mi pie pisar el primer escalón de la escalera, lo vi como si no meperteneciera. Una vez allá arriba, mis manos dieron con la zuela que daba a la cocina. Giré laperilla con mis dedos. La puerta se abrió con un ligero rechinido y me llegó un olorrepugnante, una mezcla de café y de nabo.

Atravesé de prisa la habitación, tan ligero como un fantasma.

Cuando llegué al vestíbulo, en verdad creí que estaba soñando. La misma luz verde,absolutamente sobrenatural, entraba por las ventanas e iluminaba a los niños que estaban enpijama estáticos. Yo tenía la mirada perdida en el infinito y los veía amo si fueran un ejércitode espectros. Entre ellos localice la cara lívida del hermanito de Lucia y cuando nuestrasmiradas se encontraron, se desprendió del grupo y camino lentamente hacia mí. Se acercó, metomó de la mano y sentí que la suya estaba helada. Sin decir palabra, me llevó hasta la puertadel refectorio.

Lagrimas de BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora