Al día siguiente me desperté cansado y con náuseas. Un olor agrio que emanaba de mi colchónme recordó los tendones que había puesto a secar bajo mi cama. Me tragué mi regurgitación ydecidí que más tarde los escondería en algún otro lugar.
Cuando me levanté, los muros del dormitorio me parecieron más grises y cercanos que decostumbre, y las ventanas más estrechas. Sentí que me faltaba el aire. Por lo que fuera, debíatener muy mal aspecto pues el número cincuenta y tres me preguntó:
– Número cinco, ¿estás bien?
– Si, si
– No parece. ¿Tienes tos?
– No.
– ¿Y los ganglios? – insistió.
– ¡Dormí mal y eso es todo!
-- Bueno, bueno... no te enojes...
Me encontraba en un estado de profundo malestar que no podía compartir con nadie. Y así,arrastrando los pies, seguí a los demás hasta las duchas comunitarias. Tenía la esperanza deque el agua fría relajara la tensión que se había acumulado en mi cráneo, así que me desvestí deprisa para entrar a la ducha. Podía sentir el peso de la angustia en mis espaldas. Como decostumbre, el agua estaba demasiado fría, pero ese día su frescura me hizo bien. Miré a losdemás: la mayoría se veía a disgusto y apurada por vestirse de nuevo.
¿Cuántos habrán padecido los placeres contra natura del padre Séguin? ¿Por qué murió el padreTremblay a causa de la gripe y no Séguin? ¿Dónde está ese dios misericordioso del que nos hablan todoslos días?, me pregunté mientras sentía cómo crecía en mi interior un insoportable sentimientode impotencia.
Comparado con la Víbora y las hermanas, Tremblay era un hombre bueno, pero ¿habríahecho algo por Lucía? No estaba seguro. Después de todo, los abusos de Séguin no eran algoreciente, y hasta donde sabía, nadie había hecho algo por detenerlo. Sentía un gran peso en elcorazón mientras veía cómo el agua jabonosa se iba por la coladera. Tenía miedo de lo quefuera a ocurrir. No me sentía con las fuerzas para hacer frente a ese día, ni a los subsiguientes.
Deseaba que el tiempo se detuviera, que me diera un respiro. Sentí que la cabeza me dabavueltas y me deslicé hasta el suelo lentamente. Sentado sobre los mosaicos, con la cabeza bajoel agua fría, miré fijamente las marcas negras sobre el muro. Era la mugre incrustada en lasjunturas de los mosaicos. Desplacé la mirada hacia las ventanas empañadas y el cielo manchadode gris. Y de pronto tuve la sensación de que el sol no volvería a asomarse en aquel lugar...
– ¿Estás bien, número cinco?
Era la voz de Gabriel. Volteé lentamente para verlo. Por una vez, su expresión no era dedesprecio. Parecía verdaderamente preocupado por mí. De pronto tomé conciencia del silencioque me rodeaba y de los múltiples ojos puestos en mí. Todos me veían fijamente como si mevieran por vez primera... Yo, el tipo que nunca compartía sus emociones, el coloso ninguno seatrevía a molestar, de repente les mostraba que finalmente no era más que un pobre muchachoatemorizado e impotente... como ellos.

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Lagrimas de Bosque
Novela JuvenilEsta historia no es mía todos los derechos a su autor en realidad le quiero dar popularidad aquí a la autora Nathalie Bernard la verdad esta historia me encanto bástate espero que les guste. Jonás acaba de cumplir dieciséis años, lo que significa qu...