COLIN
Nunca en mi vida había sentido tanto terror como anoche.
Gwen estaba en peligro y yo solo pude escuchar por medio de una llamada telefónica lo que estaba sucediendo. No pude intervenir, cuidarla, protegerla ni mucho menos impedir que se metiera de lleno en una escena de película de miedo.
Es mi culpa.
Creí que había vencido y mi oponente fue más listo. Alex entendió que no podía acercarse a mi novia ni a mí, pero encontró con facilidad el espacio en blanco en esa prohibición: puede enviar a alguien a atemorizarnos. Vaya que lo hizo. Estuve a nada de sufrir un ataque de pánico, rogándole a Harley y Key que llamaran a la policía, a la CIA, al SWAT, a Los Vengadores o a quien mierda pudieran porque Gwen estaba yendo derechita a meterse a la boca del lobo.
Escuché cada detalle, cada paso que dio, cada palabra que dijo y que escuchó. Estaba asustado como la mierda, al borde de hacerme en los pantalones, y no puedo imaginar el miedo que ella sintió. Fue valiente también y muy arriesgada.
Salió bien esta vez, pero ¿cuánto más de este infierno puede soportar cualquier persona? Alex va tras ella porque sabe que es mi punto débil, que haría cualquier cosa por Gwen y por su bienestar, y, si bien no dudo del amor de mi novia, sí dudo de su paciencia. Cualquiera en su lugar ya me habría enviado al demonio. Cualquiera en su lugar, se habría hartado con el primer chisme y habría decidido que tenía suficiente. Pero Gwen no. Ella soportó todo el drama de Leighton y ahora toda la locura de Alex.
No quiero que siga soportando tanto; sin embargo, soy egoísta y no puedo terminar con ella.
Si Gwen quisiera terminar conmigo, en cambio, no haría más que aceptar.
Eso también me asusta, que ya haya tenido suficiente.
Acabo de aterrizar en San Francisco, tomé el primer vuelo disponible durante la madrugada y esperé en el aeropuerto por horas. Me puse en marcha desde el momento en que pude volver a comunicarme con Gwen, luego de que despertara de su desmayo producto de la adrenalina y de la situación que tuvo que vivir en primera persona. En el camino al aeropuerto hablé con ella también, esta vez por videollamada y no me quedé tranquilo hasta que Steve llegó a la pastelería para hacerle compañía y que un médico me asegurara que no tenía ni un rasguño.
ESTÁS LEYENDO
Maldita dulzura
RomanceColin y Gwendolyn solo tiene una cosa en común: el amor al arte. Él, bajista de una banda en ascenso. Ella, pastelera en un negocio que va ganando renombre. Pese a su éxito personal, la vida no siempre les sonríe. Gwen tiene mala suerte en el amor. ...