Capítulo 70

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GWEN

He tenido un momento de debilidad y locura. Solo necesité unas pocas horas de irracionalidad, una computadora con acceso a internet y una tarjeta de crédito a mano. Mi plan financiero me mataría si pudiera tomar forma humana y ahora, que ya he recuperado la cordura y recibido las compras, me doy cuenta que he sido una tonta.

Si miro el lado positivo, iba a tener que hacer el gasto de todas maneras cuando la nueva pastelería estuviera más en forma y a pocas semanas de abrir. Solo me he adelantado un poco y aprovechado las ofertas. Sin embargo, la parte negativa es más grande y ruidosa porque no debería haber comprado todo esto y, más importante aún, no tengo lugar dónde colocar todas las cajas que han llegado. Mi living se ha transformado en un depósito y tengo que caminar esquivando obstáculos para poder llegar a mi habitación. Tengo que ser cuidadosa, por supuesto, porque no puedo permitirme romper nada y tener que comprar todo de nuevo.

Que alguien me quite la tarjeta de crédito, por favor.

Pese a mi estupidez, intento concentrarme en la parte graciosa y le envío una foto de la locura de paquetes a Colin. Luego de tantas discusiones, estamos intentando mantener en alto la bandera blanca y una buena forma de hacerlo es compartirnos los detalles más tontos de nuestro día. Sin dudas, creo que hoy le ganaré, a menos que sus fanáticos intenten colarse una vez más en el hotel haciéndose pasar por una caravana de payasos.

No me sorprende cuando mi móvil suena con una llamada y una foto de Col ilumina la pantalla.

—Buenas noches —lo saludo, una sonrisa tira de mis labios.

Buenas noches, loca por las compras. Estoy preocupado por saber cómo harás para moverte en tu departamento sin romper nada.

—Supongo que tendré que sacrificar el living y no volver a usarlo hasta que la pastelería esté lista.

Eso es mucho tiempo.

—Espero que no tanto. El contratista dijo dos meses más —le recuerdo con un poco de duda mientras me acomodo en la cama, lista para irme a dormir—. Aunque bueno, eso si no encuentran nuevos problemas.

Oye, no hablemos de la reforma. Te da dolor de cabeza y luego no puedes dormir —me recuerda y puedo imaginármelo con esa mueca de preocupación que suele esbozar cuando algo me sucede—. Mejor cuéntame qué has hecho hoy.

—¿Además de recibir mis compras de locura?

Además.

—Pues... trabajar. —Me encojo de hombros—. No he tenido tiempo para mucho más.

¿Qué pasó con la salida after office con Steve?

—La cambiamos para el fin de semana. Ambos estamos agotados y... —Me detengo de golpe y me muerdo la lengua para no continuar—. Ya estamos viejos.

Tienes veinticinco años, Gwen. ¿Cómo vas a estar vieja?

—Es mucho para algunos. Como para los animales —suelto sin tener idea de qué decir—, pobrecitos.

¿No quieres salir por la prensa? —adivina sin esfuerzo.

Me guardo un suspiro porque eso ya sería muy obvio, aunque él se ha dado cuenta de lo que me pasa en verdad.

—No está tan mal —intento tranquilizarlo—. A la pastelería ya casi no vienen.

Porque casi no sales. Ahora entiendo la locura de compras, estabas aburrida. —Se lo escucha preocupado, de nuevo—. ¿Al menos tienes comida?

Maldita dulzuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora