Capítulo 3

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GWENDOLYN

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GWENDOLYN

—Repite después de mí: «mi felicidad depende mí y soy la diseñadora de mi realidad».

—Esa la dijimos ayer —me quejo mientras acomodo las tartaletas de fresa con cuidado en su compartimiento—. ¿No se supone que tenemos que cambiar nuestras afirmaciones cada tanto?

Steven suelta un suspiro y coloca sus manos en jarra para dedicarme una mirada malhumorada. Él sabe que el revoloteo de ojos, las exhalaciones exageradas y su postura de diva no me intimidan y aun así lo hace porque es parte de su personalidad. Mi padre lo llama reina, al principio era un secreto, pero cuando mi amigo se enteró y adoró el apodo, se volvió algo de todos los días.

—¿Quién sabe de la ley de la atracción?

—Tú.

—¿Y quién quiere tener una mejor realidad?

—Yo.

—Exacto. Cállate y repite.

—Ya es hora de abrir, seguiremos con esto en el horario del almuerzo.

—Solo di una afirmación, puedes usar la que quieras.

Le dedico una mirada de falsa molestia y él curva sus labios en una sonrisa aniñada. El día en que nos conocimos, cuando llegó con una amplia sonrisa y me habló como si fuéramos mejores amigos de toda la vida, supe que su energía era algo que quería en mi vida. Comienzo a sospechar que mi yo del pasado estaba loca.

—Bien, una sola y me iré a seguir trabajando.

—Trato.

—El amor me está buscando y hoy libero todas las trabas que mantienen a mi alma gemela alejada —recito—. ¿Era así?

—Similar, pero funciona.

—Te daré una semana extra de vacaciones si en verdad funciona.

Coloco en perfecto orden los lingotes de mouse de naranja, masa de almendras y crema de chocolate y sonrío satisfecha con la preciosa imagen que brindan. La pastelería es mucho más que batir sin cesar y cuidar los tiempos de cocción, la pastelería es un arte y cada pieza es una obra que te transporta en una espiral de placer. Mis recetas buscan transmitir esas sensaciones, quiero que los comensales cierren sus ojos al dar el primer bocado y suelten ese gemidito de placer que provoca una excelente combinación de sabores. Soy exigente con lo que hago y sé que soy buena; si trabajo lo suficiente, tendré un brillante futuro por delante.

Maldita dulzuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora