Colin y Gwendolyn solo tiene una cosa en común: el amor al arte. Él, bajista de una banda en ascenso. Ella, pastelera en un negocio que va ganando renombre. Pese a su éxito personal, la vida no siempre les sonríe.
Gwen tiene mala suerte en el amor.
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Gwendolyn tiene dudas sobre el amor. Sus relaciones pasadas no han sido buenas y desde que se mudó a San Francisco todas sus citas acaban en desastre. Los hombres la dejan plantada, nadie es quien dice ser y su mejor amigo no parará hasta encontrarle pareja.
Colin no tiene tiempo para pensar en mujeres, con una carrera como músico en ascenso y una traición a cuestas, su tiempo es escaso. Contrario a sus compañeros de banda, no se le da bien coquetear y ha aceptado su soltería.
Gwen y Colin no tienen nada en común, excepto el amor por su arte. Ella es pastelera en un negocio que va ganando renombre y él bajista de la banda más prometedora del país.
En un encuentro de trabajo, ambos notarán que pueden encontrar en el otro a alguien en quien confiar. Con una excusa bajo la manga, sus vidas estarán más relacionadas que nunca.
Amar a alguien no es sencillo, pero incluso la peor de las maldiciones, puede transformarse en la mejor de las dulzuras.
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