GWENSalir con alguien famoso es extraño. Nada cambia y, a la vez, todo lo hace. Es tan raro como suena, aunque todavía no hay grandes variaciones en mi vida. La pastelería tiene más clientes, muchos más, y nuestras redes sociales explotan de menciones. Me he visto en algunas notas en diarios y blogs, pero no he llegado a la televisión y eso es algo bueno. Nadie me acosa, no de la manera que aterraba a Colin, y tampoco me reconocen cuando camino por la calle, o si lo hacen, fingen no saber quién soy. En definitiva, todo está bajo mi control por ahora.
En cambio, Col ha estado en algunos aprietos televisados, preguntas para nada relajadas que fingían ser lo contrario en las cuales indagaban sobre su vida amorosa. También ha mencionado que en las redes hablan de mí, pero he evitado leer cualquier cosa por temor. No sé si mi psiquis es lo suficientemente fuerte para soportar comentarios hirientes o despectivos. Mi hermana se encarga de ello, me mantiene al tanto si hay algún chisme que valga la pena. En los pocos días que han transcurrido, la gente se ha mantenido tranquila y no ha hurgado más allá de lo visible.
Sí, fue un desastre la semana pasada cuando Leighton Stone publicó en su blog sobre nosotros; Colin necesitó que los guardias de la discográfica vinieran por él porque no podía salir de la pastelería. Es algo loco pensar que de pronto una canción viral o una noticia amarillista puede transformar tu vida. Sin embargo, hay otras cosas que no se modifican nunca, como los nervios tontos que siento al saber que en pocos minutos me encontraré con él para nuestra gran y secreta primera cita.
—¿Estás nerviosa?
—Muy —admito y busco con la mirada a Steve mientras intento con todas mis fuerzas que mis manos no empiecen a temblar—. Dame un consejo.
—¿Un consejo? —suelta con duda.
—Sí, algo que me haga sentir tranquila. Lo que sea.
—Usa ropa interior limpia.
Blanqueo los ojos y él ríe por los bajo por su broma. No me puedo quejar, me está dejando arreglarme en su casa para que pueda salir tranquila con Colin y evitarnos una incomodidad. Me prestó su ducha, su habitación y su secador de pelo, luego me aconsejó sobre mi ropa y maquillaje. La mejor parte es que nadie interesado en Curse sabe donde vive Steve por lo que su casa es un buen punto de encuentro, nos brinda privacidad.
ESTÁS LEYENDO
Maldita dulzura
RomansaColin y Gwendolyn solo tiene una cosa en común: el amor al arte. Él, bajista de una banda en ascenso. Ella, pastelera en un negocio que va ganando renombre. Pese a su éxito personal, la vida no siempre les sonríe. Gwen tiene mala suerte en el amor. ...