Colin y Gwendolyn solo tiene una cosa en común: el amor al arte. Él, bajista de una banda en ascenso. Ella, pastelera en un negocio que va ganando renombre. Pese a su éxito personal, la vida no siempre les sonríe.
Gwen tiene mala suerte en el amor.
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COLIN
Ocho horas para que la gira que he esperado durante toda mi vida comience. Conciertos en cada ciudad, viajes en autobuses que parecen casas y ruedas de prensa en cada lugar que pisemos. Un millar de gente trabajando con nosotros, cientos de miles de personas esperando por escucharnos tocar y un viaje de varios meses de duración.
Estoy asustado.
Me tiemblan las manos mientras termino de empacar.
Tengo pánico de fallar.
Los «y si...» llenan mi cabeza con futuros catastróficos y otros increíbles.
Creo que quiero vomitar.
—¡Solo ocho horas! —exclama Harley llevando su valija por el pasillo—. ¡Ocho horas, Col! Lo logramos, hombre.
Le sonrío tanto como puedo porque él tiene razón, lo logramos. Trabajamos duro para esto. Sufrimos, aprendimos y crecimos. Dejamos nuestras vidas, construimos nuevas y nos enfrentamos a obstáculos que no creímos poder superar. Pero aquí estamos y solo puedo pensar en meterme a la cama y no salir.
—Ya vengo.
—¿Qué? —suelta con confusión mi amigo.
Paso a su lado, dejando mi maleta a medio armar sobre la cama, y no duda en seguirme. No entiende lo que me sucede y es lógico porque hace unas horas atrás estaba igual de emocionado que él y cantábamos sobre los sillones fingiendo que estábamos en el Madison Square Garden. La realidad me ha golpeado ahora, horrible y amargada como siempre. Necesito salir de aquí, dejar a medias todo y tomarme un minuto para respirar, para estar lejos de todo lo que esto representa. El cambio, las noches durmiendo poco, los largos viajes, la distancia...
—¿A dónde crees que vas? —pregunta pisándome los talones—. Taylor nos dijo que no podíamos salir hasta que él viniera por nosotros.