Colin y Gwendolyn solo tiene una cosa en común: el amor al arte. Él, bajista de una banda en ascenso. Ella, pastelera en un negocio que va ganando renombre. Pese a su éxito personal, la vida no siempre les sonríe.
Gwen tiene mala suerte en el amor.
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GWEN
No hay nada peor que sentirte imponente con tu propio cuerpo. No poder controlarlo, o al menos, no sentirte capaz de hacerlo. Mi mente dice una cosa, pero mis músculos y huesos se oponen por completo.
Estoy enojada conmigo.
Estoy triste.
Estoy furiosa con Alex.
No quiero sentir nada y a la vez quiero sentirlo todo para poder terminar lo antes posible con esta incertidumbre.
Solo ha pasado un día desde el incidente. Ni siquiera sé cómo llamar a la situación. «Ataque» me resulta muy violento. «Asalto» demasiado banal y al azar. La verdad es que la persona que provocó todo esto sigue en su casa sin inmutarse, sin preocuparse por nada, mientras yo no puedo ir al baño tranquila sin mirar en todos los rincones buscando a algún intruso. Alex, ese maldito, se armó una coartada para no estar vinculado a lo sucedido y se ve que le pagó muy bien a los delincuentes porque ninguno lo ha mandado al frente todavía. Es cuestión de tiempo, sin embargo, los detectives dicen que suelen hablar cuando se los comienza a presionar, a amenazarlos con una larga condena en la cárcel. Espero que en verdad hablen y el muy idiota pague por lo que está haciendo.
Soy su blanco, de eso no hay dudas. El problema es que me cansé de serlo y a pesar de que ahora mismo no puedo hacer casi nada por mi cuenta, pronto lo lograré e iré tras él también. Dos pueden jugar al mismo juego. Yo seré más inteligente y venceré.
—Te quedaste en blanco de nuevo.
Su mano cálida me expulsa de mis pensamientos e intento esbozar una sonrisa para tranquilizarlo. Acaricia mi rostro con dulzura, con paciencia y cariño.
—Estoy bien —digo intentando ser sincera—, solo estaba pensando. Pensar no hace mal, ¿no crees?
—Eso depende, ¿pensabas en cosas buenas?
—Pues...
Mi respuesta no le gusta para nada, todo su rostro y postura me lo dice. Colin se pone tenso de pronto y me rodea los hombros con un brazo para traerme hacia él. Reposo mi cabeza en su hombro y tomo una amplia bocanada de aire inundado con su aroma. Él me hace sentir tranquila, su cercanía me brinda un poco de paz y me distrae. Sé que es normal sentirse rara en tu propia piel luego de una situación violenta. Me dan ganas de gritar y, a la misma vez, ponerme en posición fetal y dejar que alguien más, que mi novio, arregle el mundo para mí.