100 días contigo (Frerard)

LXXXI

 26 de Febrero de 2006

El infeliz cumplió con su amenaza. Lo hizo y lo odio, lo odio demasiado.

Me despertó como nunca lo había hecho, arrojándome una cubeta de agua fría encima, "espero que hayas disfrutado ayer revolcarte con ese maricón, porque fue la última vez que lo hiciste", me dijo, exigiéndome que me vistiera y que hiciera una maleta.

Yo no estaba dispuesto a hacerlo, no le iba a hacer caso. Me quedé ahí en la cama, pero luego entró mi madre, cuestionando qué estaba esperando, tomó una maleta de mi armario y comenzó a meter algunas de mis cosas. Rebuscó entre mis cajones y para mi mala suerte encontró todos esos dibujos que Gee me ha dado, junto con esa fotografía que nos tomó Donna el 14 de febrero, el día en que fue mío y yo suyo. "Deja quedármelos, por favor", le dije suplicando, ni siquiera noté en qué momento comencé a llorar, pero mis lágrimas sólo incrementaron cuando vi cómo mi madre destrozaba en segundos los dibujos que me regaló mi Gee, intenté arrebatárselos, pero no me dejó, "es mejor que no tengas nada que te recuerde a ese muchacho", dijo, y sin más siguió con lo que estaba haciendo, arrojando los dibujos destrozados al piso y finalizando con esa hermosa fotografía. Intenté tomarlos del suelo, pero mi madre no me dejó, "guarda lo que quieras llevarte, porque a lo que se quede aquí le pasará lo mismo que a esos dibujos", por ello tomé este diario. Es lo único que me queda de mi Gee, aquí tengo plasmado todo lo que con él he vivido, sólo estas hojas pueden demostrarme que todo ha sido real y no un un producto de mi imaginación.

No pude siquiera despedirme de él, todo fue tan rápido, casi me subieron a la fuerza al auto y después partimos rumbo a este asqueroso internado, con un montón de tipos conflictivos.

Ahora estoy aquí, escribiendo, extrañando tanto a Gee, quisiera poder verlo otra vez, decirle que todo va a estar bien, que volveré por él, que no lo voy a dejar solo nunca.