Cap. 10

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Era un día demasiado frío, de esos que te obligan a quedarte en la cama toda la mañana, bien arropado y sólo dejando la nariz fuera de los edredones para poder respirar; sin embargo, Elizabeth Bondoni no podía darse ese lujo, por lo que suspirando pesadamente tuvo que sacar su cuerpo calentito de la cama y comenzar a prepararse para un arduo día laboral. Se levantó y con pereza caminó hacía fuera de la habitación, en dirección hacía el baño neutral del piso de arriba, ya que la cañería de la ducha de su cuarto se había roto y el plomero vendría recién la semana entrante.

Estaba a punto de abrir la puerta cuándo escuchó algo que la hizo movilizarse.

— Emilio, tú... Tú eres muy... M-muy bueno conmigo, siempre me sonríes y... Y eres tan cariñoso conmigo, yo... Tú... — abrió sólo un poco la puerta con delicadeza y lentitud, para poder ver qué es lo que su hijo estaba haciendo; al hacerlo, se encontró con Joaquín en pijama, viéndose al espejo, con una rosa en su mano extendida hacía su reflejo. — Tú... Yo... Tú me dijiste que cuándo encontrara el amor sentiría mí corazón latir fuerte cómo... Cómo un paro cardíaco, que mis piernas temblarían si lo tenía cerca y siento... Siento esas cosquillas en mí estómago. Yo... Yo siento todo eso, lo hago cuándo tú estás cerca... Emilio, ¿Estarías conmigo románticamente? S-soy autista... Eso lo sé, tal vez no pueda tocarte; tal vez no pueda besarte, pero si Leidy y Elyzabeth pueden ser novias ¿Porqué no podemos nosotros? Quiero ser tu novio, Emi. ¿Tú gustas de mí? ¿Serías mí novio? — dijo elevando la rosa y mirándose en silencio luego, para después aplaudir efusivamente. — ¡Estuviste bien, Joaquín! ¡Lo hiciste muy bien! ¡Lo hice muy bien, lo hice! ¡Eso está muy bien!

Elizabeth jadeó, haciendo que su pequeño hijo notara su presencia y sus ojos se abrieran más de lo normal y gritando agudamente.

— ¡Mamá! ¡Mamá, no! ¡Olvídalo! ¡Olvida todo! ¡No escuches! — gritó abriendo con brusquedad la puerta comenzando a moverse con rapidez.

— Joaquín, hijo, cálmate por favor.

— ¡No! ¡No tenías que escucharme! ¿Porqué lo hiciste? ¿Porqué? ¿Porqué? ¿Porqué? — repetía una y otra vez, apretujó sus dedos con fuerza y apretaba con fuerza sus ojos.

De un momento a otro, Joaquín comenzó a golpearse con fuerza el costado de su cabeza con la palma de su mano, mientras repetía una y otra vez "No, no, no, no, Joaquín tonto, Joaquín tonto, ¡Tonto!" . Elizabeth intentó acercarse a su hijo y detenerlo, pero Joaquín soltó un chillido separándose en cuánto sintió el tacto.

— Mí amor, por favor, cálmate. — las lágrimas saliendo de sus ojos mientras seguía intentando acercarse a su hijo.

— ¡No, mamá! ¡No!

— Por favor, mí amor, está bien.

— ¡¿Qué pasó?! — su esposo se acercó preocupado y exasperado a ellos, viendo cómo su hijo entraba en una crisis difícilmente de controlar. — Joaco, hijo, cálmate. — el hombre intentó tomarlo por sus brazos, recibiendo, posteriormente, un golpe seco en su mejilla por parte del puño del castaño.

Los dos comenzaron a desesperarse, Joaquín estaba incontrolable.

— ¡Joaquín! ¡Saca tu pincel! ¡El pincel del abuelo, Joaco! — dijo su padre en busca de una solución.

— ¡No! ¡No quiero nada! ¡Mamá escuchó todo! ¡Lo escuchó! ¡No!

— ¡Joaquín, por favor, amor! ¡No escuché nada, todo está bien! — dijo la mujer abrazándose a su esposo. — todo está bien, bebé, mamá no se enojará contigo, todo está bien.

— ¡No! ¡Todo está mal! ¡Ahora él lo sabrá! ¡Él sabrá! — espetó, lágrimas bajando por sus mejillas mientras golpeaba el costado de su cabeza.

¿Puedo Abrazarte?  // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora