Cap. 59

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Repasando los últimos planos que debía verificar y entregarle a su padre, se apresuró a ir a la oficina del mismo para hacer lo dicho y luego poder partir hacía la clínica.

El alta había sido otorgado más tarde de lo que se pensó. Pues antes de poder dar la autorización, Bondoni debía tener una pequeña sesión con la psicóloga del hospital y Emilio aprovechó el día para ir al trabajo.

Agradecía el hecho de que su jefe era el padre de su mejor amiga y también amigo de su progenitor, pero ya se había tomado varios días y no le parecía correcto si quería seguir manteniendo su puesto de trabajo.

Terminó con sus deberes y prontamente tomó sus cosas para poder irse, ya estaba a contrareloj y conociendo muy bien a Joaquín, se enojaría mucho si él no estaba allí.

— ¿Ya te vas, Mailo? — la voz de la pelinegra se escuchó detrás suyo.

Asintió, acomodando su saco.

— Así es, Joaco ya será dado de alta y debo estar ahí.

— Genial, dale mis saludos. Seguramente Ely querrá ir a visitarlo ahí, así que estaré más tarde.

— Seguramente ya habrán hablado por celular.

— Claro. — rió. — Bueno, yo tengo una reunión aburrida con los viejos socios del viejo, pero estaré ahí más tarde.

— Está bien, Leima. Te veré luego entonces. — se acercó a abrazar cortamente a Sánchez y luego salió de la empresa para subir a su auto y dirigirse al hospital.










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Una vez hubo aparcado en el estacionamiento del enorme edificio, se apresuró a entrar, dirigiéndose al elevador que lo llevaría al piso en el que el castaño se encontraba. En cuánto estuvo frente a la puerta de la habitación, dió dos golpecitos escuchando la voz de su suegra dando el pase para poder adentrarse.

En cuánto cerró la puerta detrás suyo, sonrió inevitablemente al ver a su pequeño sentado sobre la cama vestido con sus prendas habituales, ya no traía puesta esa bata azul.

— Hola, vida mía. — saludó sonriente.

Bondoni le devolvió el gesto.

— Hola, Emi. — estiró su manito para que el rizado pudiera tomarla, besando el dorso de la misma luego.

— Lizz. — se acercó a la mujer y besó su mejilla.

— ¿Cómo estás, hijo? ¿Todo bien en el trabajo?

— Todo correcto. ¿Ya te dieron el alta, amor mío? — cuestionó.

Ladeó la cabeza observando hacía la puerta.

— El doctor tiene que venir para darme unas recetas, podré irme luego de eso.

— Eso es genial, mí amor.

¿Puedo Abrazarte?  // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora