Cap. 18

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— Joaco, ésto ya es demasiado. — dijo Uberto desajustando su corbata.

Hoy martes, era el día que Emilio volvería a casa de los Bondoni, por invitación del mayor, él había llamado al rizado la noche del lunes, pidiéndole venir a cenar con su familia, Uberto debía hacer las cosas bien y hacer lo que su hijo pedía por el bien de todos.

Por lo que Elizabeth había hecho un banquete de lujo; Joaquín había pedido que sea una cena formal y totalmente perfecta. El muchacho había ido con su madre de compras el día de hoy, había elegido que es lo que cocinaría su progenitora; había dicho que necesitaba toda su casa prolija y limpia; había obligado a sus padres a vestir con sus mejores prendas y por supuesto, había dicho que necesitaba todo el apoyo de los mismos para que el oji-café no se sintiese incómodo en el ambiente.

La mujer se había vestido con un hermoso vestido color púrpura; con escote y espalda libre, éste era largo, pero con una abertura en el lado de su pierna izquierda;  tenía algunas perlitas negras en lugares específicos y la hacía ver más jovial de lo que ya era.

En cuánto al mayor; tenía un esmoquin, una camisa blanca y una corbata negra, su pantalón de traje y lustrosos zapatos negros.

Y Joaquín... Bueno... Joaquín no se había quedado atrás: el portaba un traje azul, una camisa blanca, zapatos negros y había atado su cabello a una coleta, dejando ver su hermoso rostro sin ningún mechón rebelde sobre él.

— Papá, te he dicho que si quieres que vuelva a decir que te quiero, hagas ésto por mí. — se quejó el menor acomodando el cuello de su camisa.

Uberto bufó, pero de igual manera encontró el Punto justo para que su corbata no cortara su respiración, cómo lo había hecho su esposa, creyó que ella quería matarlo ese día de tan fuerte que ajustó la tela alrededor de su cuello.

El castaño no podía quedarse quieto en ningún lugar, su padre había dicho que debía mostrarse tranquilo, relajado y un poco coqueto. Demostrándole al rizado que podría ser él quién se le insinuara casualmente sin problemas y él... había prometido hacerlo, pero lo haría cuándo Emilio llegase. El mayor de los Bondoni le había dado algunos "tips" para mostrarse relajado y según lo que había respondido, él se mostraría lo más relajado posible. Así que allí estaba, observándose en el espejo de la puerta de su vestidor, terminando de ver su vestimenta y confiando que se veía bien.

El timbre sonó, avisando la llegada de su invitado; Uberto se encontró bajando detrás de su hijo, quién se apresuró a bajar las escaleras lo más rápido que sus piernas le permitieron.

Una vez en el pasillo de la entrada, volteó hacia sus dos padres, quiénes se encontraban juntos, el castaño tomando a su mujer por su cintura.

El castaño juntó sus manos y ladeó la cabeza.

— Por favor, sean buenos con Emilio casi tanto cómo él lo es conmigo ¿Si?

Elizabeth sonrió. — no te preocupes por ello, bebé. Hazlo pasar que hace mucho frío afuera. — pidió alegre.

El menor asintió antes de volver a girarse, ésta vez en dirección a la puerta y, tomando el pestillo de la misma, lo giró para luego abrirla y encontrarse con Osorio, quién, cómo la situación lo ameritaba, estaba vestido igual que un príncipe.

Portaba un traje negro azulado; el cabello rizado largo de arriba estaba bien peinado, dejando que los pequeños rizos cayeran hacía los lados; el cuello de la camisa negra sobresalía prolijamente alrededor de su cuello y tenía unos lustrosos zapatos del mismo color que su traje; y su perfume... Joaquín creyó haber respirado el delicioso aroma y estaba seguro que lo recordaría para siempre.

¿Puedo Abrazarte?  // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora