Cap. 66

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Se despertó al sentir un pequeño cosquilleo en su cuello, parpadeó lentamente, tomándose su tiempo para abrir sus ojos y en cuánto lo hizo, supo la razón de sus cosquilleos y es que era gracias a la respiración de su bebé.

No sabía en qué momento de la madrugada, Joaquín se había acurrucado a tal punto de tenerlo apresado entre sus piernas y su brazo. Sonrió sin poder evitarlo y todo lo sucedido la noche anterior lo golpeó haciendo que su corazón repiqueteara aún más enamorado de lo que anteriormente estaba. No sólo habían tenido una noche mágica por haber cumplido 1 año de noviazgo; Joaquín se había entregado completamente a él y por supuesto, él se encargó de hacerle saber al castaño que le pertenecía totalmente, en cuerpo y alma.

Se removió sólo un poco para poder rodearlo con su brazo y comenzó a besar cada parte de su hermoso rostro, Joaquín hizo una mueca, arrugando la nariz, pero luego una pequeña sonrisa se formó en sus labios, cosa que lo hizo reír bajito; hasta durmiendo el castaño era tan jodidamente tierno.

Besando castamente los dulces labios ajenos, con sumo cuidado alejó las extremidades que lo tenían preso y salió de la cama, decidió que lo despertaría con su desayuno.

Se fué al baño para darse una rápida ducha y una vez hecho ésto, salió del mismo para dirigirse al cambiador y elegir lo que usaría hoy; quería estar lo más cómodo posible hoy, por lo que sólo se puso unos joggings negros; una camiseta, arriba una sudadera del mismo color y sus tenis blancos. Luego de haberse secado y peinado el cabello, bajó hacía la cocina para poder preparar el desayuno a su bebé.

Hoy estaba decidido en consentir a su pequeño en absolutamente todo; tal vez podrían quedarse en cama todo el día, viendo películas ó jugando videojuegos; eso se vería después.

Preparó todo y luego lo puso en una bandeja; desde que se habían mudado juntos, Joaquín decidió que los domingos no serían tan estrictos y podría comer aunque sea unos huevos revueltos, pero sólo si éste era preparado con jamón y queso; por lo que así lo había hecho. Por obvias razones, no le hizo su capuchino, en cambio le preparó jugo de naranja natural, puesto que el castaño no confiaba en los jugos que venían en polvo.

Subió las escaleras con sumo cuidado de no derramar nada ni provocar suciedad en el piso y entró a su habitación; el menor había cambiado de posición, ahora se había girado pero con la almohada del oji-café entre sus brazos, acurrucándola más a sí mismo; cosa que hizo sonreír alegre a su pareja.

Colocó la bandeja sobre el buró, sentándose a un lado del castaño. Acercó su mano al rostro ajeno, comenzando a acariciar la mejilla de éste y luego se estiró para poder besar la misma.

— Vida mía. — llamó en un tono bajo para no exaltarlo. — despierta, bebé precioso. — dijo tomando la manito que se aferraba a la almohada y depósito unos besos en ella. — amor mío. — canturreó.

Bondoni se removió lentamente, comenzando a despertarse, una vez que lo estuvo le dió una pequeña sonrisa al rizado, quién no tardó nada en devolverle el gesto. — Buenos días, precioso mío.

Se sentó derecho, restregando sus ojitos.

— Buenos días, bebé.

Osorio se levantó para tomar la bandeja y colocarla sobre el regazo del menor.

— Preparé el desayuno, espero que te guste. — comentó besándole la frente. — ¿Cómo te sientes hoy, vida mía?

Hizo una mueca. — Mí trasero duele. — frunció el ceño. — pero supongo que se pasará, ¿Verdad?

Osorio intentó no reír.

— Claro que pasará, cariño. — respondió.

Asintió mientras llevaba un poco del revuelto a su boca.

¿Puedo Abrazarte?  // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora